Felicidades

Qué grande el mundo
y qué pequeño,
qué lejos los amigos
y qué cerca.

-Líber Falco-

Me hacía notar el otro día mi hermana la curiosa experiencia: con el cambio de hemisferio justamente en estas fechas, en apenas dos semanas voy a vivir en todas las estaciones del año. Salí de Madrid en otoño, llegué a la ciudad donde ahora estoy (adivina, adivinanza) en primavera, entró el verano y cuando, dentro de unos días, si Dios quiere, regrese a España, será invierno.

- Lo de la Navidad con nieve es cosa de ustedes, pero acá... Los árboles son verdes... -protestaba ayer el taxista, cargado de sentido común, al ver que habían colocado un árbol blanco en la principal avenida.

En esta ciudad (¿ya saben dónde?) no hay orgía de luces: la iluminación y los adornos son mucho más austeros. Con eso y que hemos estado a ratos a 40 grados, cuesta hacerse a la idea de que sea Navidad. Y, sin embargo, lo es. Una Navidad diferente, en manga corta. Con bife, ensalada, cerveza Quilmes, pan dulce y chocolate en rama, en una improvisada y entrañable cena.

Lo que no cambia a una u otra orilla del océano son los sentimientos, el lado bueno de estas fechas (sí, tienen lado malo: la hipocresía, el consumismo...). No cambia la celebración de la vida. El festejar que, un año más, estamos juntos.

Porque, incluso a 10.000 kilómetros, la gente a la que quieres, la que comparte camino contigo o la que supuso un grato encuentro en ese camino, sigue estando cerca, muy cerca. A la distancia de una llamada de teléfono o un mensaje, si se tercia. Pero, sobre todo -esto siempre se tercia-, al alcance de un recuerdo cariñoso, de un buen deseo sincero.

Feliz Navidad. Feliz 2009.

Ha muerto Nico

- Tengo que darte una muy mala noticia…

Ya lo había intuido. Por el nerviosismo de quien me había atendido este mediodía el teléfono, al decirle quién era yo (“ah, sí, sí, llevan intentando localizarle desde las ocho de la mañana…”).

Al escuchar las palabras presentidas de la veterinaria, no consigo, sin embargo, hacerme de verdad a la idea de que este simpático loco no correteará nunca más por casa.

Al principio me resistí a acoger a Nico –ya lo conté aquí-, por mi existencia complicada, siempre de acá para allá. Pero la amistad con Mario pesó más –no podía ser de otra forma- que mis reparos. Apenas llegó, me atrapó. Y, despues de más de nueve meses, formaba ya parte de mi vida cotidiana. Me había acostumbrado a tenerlo enredando cerca, distante o cariñoso, tranquilo o alborotado, como a él le apeteciera en cada momento, que para eso era un gato y los gatos no son sumisos, son seres siempre libres.
Me acostumbré a que se subiera y se sentara sobre mis piernas mientras yo trabajaba en el ordenador –ahora mismo se me hace extraño no tenerlo ya encima reclamando su cuota de atención-. A que, apenas me descuidaba un instante, una mano negrilla, siempre acechante, consiguiera birlarme un bolígrafo y saliera como una centella a jugar con él por toda la casa. A pelearme para que no se subiera a la mesa mientras yo comía. A que saliera a recibirme cada vez que llegaba, asomándose curioso a ese otro mundo que había tras la puerta. Me acostumbré a que, cada vez que comenzaba a abrir una lata de atún, una microcentésima de segundo después (creo que batió plusmarcas de olfato y de velocidad) hubiera un gato maullando a mis pies en la cocina. Me acostumbré a visitar de vez en cuando a Leticia, su veterinaria habitual, un encanto de persona y una gran profesional. A que Nico convirtiera en un juguete una brocha de afeitar, una pinza de la ropa, un paquete de kleenex, una pelota antiestrés o una goma elástica... A que atesorase pequeñas cosas en un escondite bajo el sofá. Me acostumbré a que se sentara alguien a mi lado cuando veía la tele. A que hubiera una zarpa dando en el periódico cada vez que intentaba leerlo. A que a veces me mordiera queriendo jugar o a que de pronto le diera por lamerme, acurrucado y cariñoso. A que a ratos se tumbara en invierno en la cama, entre mi brazo y mi cuerpo, con la cabeza apoyada en mi hombro. Me acostumbré, en las noches de verano, a ver su silueta en la repisa de la ventana de mi dormitorio, alzando el cuello para otear las luces del cielo y de la calle.
El domingo, cuando volví a Madrid, salió como siempre a recibirme contento, se subió a mi bolsa, me maulló (yo siempre, porque me daba la gana, lo interpretaba como una bronca, “ya está bien que vuelvas”). Todo en casa estaba en perfecto desorden, o sea, lo normal. Persiguió al cepillo mientras barría la cocina (y terminé hablando como si realmente me entendiera: “Pero Nico, ¿es qué todo para ti es un juego? Que estoy barriendo, déjame un poquito, tronco…”. Y sí, claro, la respuesta es : cualquier cosa para él era un juego).

Salí a cenar con unos amigos y a la vuelta ya no estaba normal. Apagado, ya no brincó del sillón para ir a la puerta a recibirme. Vi que había tirado una planta y pensé que habría comido hojas y le habrían sentado mal. Esperaba que se le pasara. Esa noche él se venía a la habitación donde yo estuviera en cada momento, como buscando compañía o protección, pero se tumbaba mustio y distante. Intentaba cogerlo y protestaba. Le daban como pequeñas náuseas. Me fui a la cama y Nico se tumbó al lado de mi cara en la propia almohada. Intenté dormir, intermitentemente y mirando de reojo cada dos por tres y, pocas horas más tarde, me rendí a la evidencia y la preocupación me hizo levantar definitivamente. No se dejó sujetar, parece que le dolía cuando lo tocaba y todavía tengo la huella de su último arañazo. Lo intenté varias veces y desistí. Al final, yo creo que él mismo se notó muy mal y se dio cuenta de que yo pretendía auxiliarlo. Le hablé en tono suave, lo acaricié, volví a intentarlo y por fin se dejó agarrar mansamente y meter en el transportín sin ninguna resistencia, tumbándose él mismo dentro.

En una clínica veterinaria de urgencias –era la madrugada de un día festivo-, le hicieron una radiografía y no vieron nada. Le dieron suero y se quedó ingresado. Por la tarde, más calmado, por fin se dejó pinchar, le hicieron análisis de sangre y no había infección. Me dijeron que no se le pasaba, pero que estaba controlado. Que no pensaban que fuera intoxicación, sino que pudiera tener algún cuerpo extraño en algún órgano. El martes por la mañana le hicieron una ecografía y no detectaron tampoco nada. Pero, finalmente, optaron por la sedación y, por la boca, le extrajeron un palo de casi 10 centímetros que tenía clavado en el esófago. Hoy lo he visto: era una ramita de una planta. Lo dejaron ingresado un día más, para que se recuperase de la anestesia y comprobar que el esófago no estaba dañado. y me avisaron de que podría recogerlo al día siguiente. Estaba deseando poder llevármelo a casa ya curado. Pero ayer tenía un poquito de líquido en el pulmón y yo mismo preferí que lo dejaran ahí en observación. Además hoy iba a estar casi todo el día ausente por trabajo y no me parecía oportuno dejarlo solo en casa en esas circunstancias, y en la clínica me contestaron que ellos también lo preferían así. Me dijeron que, en principio, lo del pulmón era algo leve. Esta madrugada, el edema pulmonar parece que fue progresivamente empeorando y tuvieron que intubar a Nico, pero aun así no pudieron evitar su muerte.

Me acuerdo ahora de cuando Mario me contaba cómo se coló en su agencia de viajes un gatillo negro de unos cuatro meses, abandonado en la calle, y así acabó colándose también en nuestras vidas. De cómo estaban ilusionadas Clara y la pequeña Cristina por quedarse a su cuidado cuando yo me fuese estas navidades a Argentina. De cuando Fernando se encargó de darle unos medicamentos al sobrino Nico porque yo no podía estar ese día. Cuando H. y yo desarrollábamos una incipiente complicidad y ella me hacía una malvada, cariñosa y divertida presión psicológica para que no le castrase, con encuesta incluida en su blog… (al final me dio permiso). O cuando mi madre, en una visita a casa, me decía asombrada “pero, ¿tú has visto lo que hace este gato?” y Nico daba cuerda él mismo a un ratón de juguete sujetándolo entre las manos y tirando con la boca de la anilla que, al soltarse, lo hacía andar. O de cada semana que P., la asistenta, decía que Nico era su ayudante y hablaba con él mientras limpiaba… O de cuando Vir le regaló el pez rojo con el que tanto le gustaba jugar... De las muchas veces que consiguió arrancarme sonrisas con sus comportamientos curiosos, disparatados, habilidosos o inesperados.

Nico ha sido mi compañero de piso durante algo menos de un año. A días, me ha visto divertido, amargado, ilusionado, cabreado, satisfecho, triste, enamorado, divertido, escéptico, alegre, desengañado, cansado, feliz, esperanzado...

Hay veces, querido Gardel, que incluso siete vidas son también un soplo. Y, cuando ese soplo acaba, nos deja jodidos. Con la casa triste y el corazón triste.

(El video es de Barbra Streisand cantando Memory, del musical Cats).
(Fotografías del autor y de Clara Montero).

Recuerdo a Joan Baptista Humet


Intuyo que, para un creador, debe de ser una recompensa el saber que llena la vida de los demás de colores, de música o de palabras…

En mi vida, desde hace años, han estado presentes muchas canciones de Joan Baptista Humet. Un cantautor que creo que no tuvo tanto éxito como a mi juicio hubiera merecido, pero cuya personal voz y cuya calidad como compositor –tanto en catalán como en castellano- conectaron con muchas personas, que hemos disfrutado saboreando su obra. Y lo seguiremos haciendo.

Me impresiona leer la noticia de su muerte, con 58 años, víctima del maldito cáncer.

Vienen a mi mente ahora títulos como Hay que vivir –casi un himno-, la también vital Que no soy yo, la simpática Su Majestad, Despiértame al amanecer –la preciosa despedida del joven que deja el hogar paterno-, A mi adolescencia, Madreselva, Terciopelo, Y tú disimulando, Yo no podría vivir sin ti, Cosas de allá –los recuerdos de la vida rural-…, No cantes, El invento, Dama de una nochey, cómo no, Clara, la conmovedora historia de una joven heroinómana, sin duda su canción más conocida…
Nos deja Joan todo ese puñado de buenas canciones y el legado de su mensaje:
Habrá que demoler barreras,
crear nuevas maneras
y alzar otra verdad (...)
Darles a nuestros hijos
el credo y el hechizo
del alba y el rescoldo en el hogar.
Y si aún nos queda algo de tiempo,
poner la cara al viento
y aventurarnos a soñar…

Hace frío, qué notición

Pongo el informativo de las tres en televisión. La noticia con la que abren sus titulares y que ocupa casi la mitad del mismo es -¿están ustedes sentados?- que hace frío en España. ¡No me jodas!, exclamo yo, que soy un malhablado. Pero no es para menos mi perplejidad. Estamos a finales de noviembre: sin duda, que haga frío en nuestro país en estas fechas es un hecho muy noticiable. El despliegue informativo es, por ello, importante, como corresponde a un suceso de estas características. Y yo no me separo ya de la pantalla, siguiendo la crónica –una auténtica lección magistral de periodismo- con interés y preocupación, sin perder detalle.

Me entero de que en la mitad Norte de la Península (qué curioso, en la mitad Norte, ¿y por qué será esto?) ha habido temperaturas muy bajas.

En algunos lugares, donde el termómetro ha bajado de cero, ¡se han registrado nevadas! La noticia me deja helado (nunca mejor dicho). Sorprendente, ¿verdad?

Dan paso a la corresponsal en San Sebastián. Está en la playa de La Concha y nos ofrece en directo una información de primerísima mano: junto al mar, se nota un viento muy intenso. Pásmense (tampoco nunca mejor dicho). No daría crédito, si no fuera porque la cara de frío de la periodista así lo demuestra y porque esa fuerte corriente de aire se cuela por su micrófono y provoca un intenso ruido.

Conectan con otro punto de la geografía. En algunas ciudades donde ha nevado, han echado en las calles sal que, por lo visto, ya tenían dispuesta. No puedo por menos que aplaudir a consistorios tan previsores. Cuando al frente de la administración hay gente visionaria y eficaz, preparada para cualquier eventualidad que se presente, no hay que regatear elogios.

Entrevistan en la calle a un señor mayor. (Mi amigo Mario dice siempre: "¿por qué preguntarán a los viejos por estas cosas, si de lo que menos se acuerdan es de lo más reciente?"). “Horrible, -explica el hombre aterido- no recuerdo yo tanto frío en esta ciudad nunca”. A mí su cara y sus declaraciones me suenan, tengo una sensación extraña que no sabría explicar, como si este mismo señor -o uno muy parecido- hubiera dicho esto ya el año pasado, y el anterior, y el anterior… Serán imaginaciones mías, lógicamente.

Pero no queda ahí la cosa. Siguen las conexiones y me entero de que, en las carreteras donde ha nevado, esto ha supuesto un inconveniente para el tráfico. Vaya por Dios. Parece ser, como explica detalladamente el informativo, que han tenido que pasar las máquinas quitanieves. Y que los vehículos han circulado con cadenas. Lo que da de sí el ingenio humano para superar las adversidades, ¿eh?

Viendo la magnitud del temporal, me digo a mí mismo: cómo será que no se haya quedado algún camión cruzado en cualquier carretera. No acabo de pensarlo cuando -no se lo van a creer- en la siguiente conexión, ¡zas!: allí estaban las imágenes de un puerto de montaña, con un camión cruzado, y la Guardia Civil de Tráfico al lado. Lo que son las casualidades de la vida, hay veces que uno tiene unos presentimientos… Se me pone la piel de gallina (hoy estoy sembrado con estas expresiones) sólo de pensarlo.

Echo de menos que una información tan completa no se haga eco, sin embargo, de algo que los ciudadanos de a pie estamos constatando y que ustedes seguramente no me negarán: en la mayor parte de los hogares, se han encendido las calefacciones, para protegerse de este frío tan acusado que estamos padeciendo. Es una respuesta tan masiva por parte de la ciudadanía que no sé cómo no lo han incluido en un reportaje tan exhaustivo.

Es más, creo que un buen trabajo periodístico no debería haber obviado tampoco el dato significativo de que la gente está utilizando prendas de abrigo. Eso, quieran reconocerlo o silenciarlo los informadores, es un hecho innegable, lo estamos viendo en la calle con nuestro propios ojos. Se habrán fijado, ¿verdad? Incluso no es descartable que ustedes mismos se hayan abrigado más estos días.

No quisiera ser yo agorero, pero no me extrañaría nada que en los próximos meses las cosas siguieran en la misma línea. O incluso –fíjense lo que me atrevo a aventurar- que fueran a peor. Que tuviéramos a la vuelta de la esquina otra intensa ola de frío.

Antiguamente llamada invierno.

(Fotografía: Muñeco de nieve, de Irene Sánchez. El Hoyo de Pinares, febrero 2005. Publicada en El Mirador de la Sierra).

Búsquedas

En su día instalé el Google Analytics por recomendación de una amiga. La verdad es que no entro mucho ni lo sigo con detenimiento, pero es una herramienta muy completa, sobre todo para personas que sí necesiten profesionalmente evaluar el seguimiento y aceptación de su web.


Entre la mucha información que proporciona -número de visitas, páginas vistas, tiempos, procedencia, etc.-, el Analytics facilita el dato de cuáles son las palabras clave que ha escrito la gente que ha llegado al blog desde un buscador.

Las cadenas de búsqueda más frecuentes, con diferencia, por las que los internautas llegan aquí son la nota discordante, blog de Carlos Javier Galán, o secuencias por el estilo.

El segundo gran bloque lo formarían las búsquedas de información relativa a lugares -como Costa Rica, Budapest, etc.-, desde donde enlazan con las entradas de viajes que hay en el blog.

Otro bloque podría estar formado por quienes buscan un nombre de alguien que ha sido aludido aquí, desde Mara Torres a Aitana Sánchez Gijón, desde Dragó hasta Gioconda Belli...

Hay, curiosamente, muchísimas búsquedas de Madrileños por el mundo, generalmente de personas que quieren saber cuándo se emite: está claro que los cambios y la poca información que ofrece la web de Telemadrid tienen despistado al espectador.

Pero luego está el bloque anecdótico, el de las búsquedas inusuales, las palabras clave por las que ha entrado normalmente una sola persona en una sola ocasión. Ahí te encuentras de todo.

A veces te preguntas cómo pensará la gente que funciona un buscador para escribir las palabras que ponen.... En otros casos lo que te preguntas es qué diablos habrá encontrado Google en mi blog para, con esa búsqueda, enviarles aquí.

Para la curiosidad y la anécdota, aquí dejo la relación de algunas de mis favoritas. Éstas son búsquedas que, desde Google u otras herramientas similares, han hecho que algún internauta recale en este blog. No tienen desperdicio. Para no poner sic continuamente, ya anticipo que la ortografía y las erratas están así en los originales:

- que hacer si pierdo un juicio por culpa de mis abogados [siempre es por culpa de los abogados, amigo: si ganas, es porque tú tienes razón; si pierdes, es culpa nuestra, eso es un axioma].
- significa delicada gasa fuerte envoltura tope gansa con la natura [esto creo que proviene de una letra de Extremoduro, si no me equivoco, pero no entiendo qué palabra clave de ahí le lleva a Google a mostrar mi blog en los resultados... y qué le mueve al que está buscando a entrar en el mismo].
- 30 segundos video musical de Marisol y la magia del norte.
- autores de la musica y la letra del tambor de la alegría.
- bailar saltos acrobaticos.
- calabaza de halloween no redonda. Cómo vaciar?
[¿igual que una redonda o habrá una técnica especial?]
- canciones para el primer baile de los novios en la boda.
- carlos javier galan cabron
[un admirador].
- carta modelo de como expresar descontento con una persona que no esta aciendo su trabajo bien [cuando encuentre el modelo, espero que lo copie... sin innovaciones ortográficas de su cosecha].
- como consigo datos de votacion en especial la mesa donde metoca.
- como es la nota la.
- cuales son la patillas que te enferman al instante.
- de donde provenian los primeros habitantes de arroyito cuando se origino arroyito.
- el primer deber del abogado es hacer que al juez le guste su cliente.
- el psicoanalisis saca mierda a relucir.
- fotos de pollos granja de minaya de san lorenzo.
- foyeto de carros.
- gimnasia pastillas para no cansarse cuales son.
- hay pastillas para evitar las canas.
- imagenes de medisina elementos para las enfermedades.
- imagenes del cementerio por la noche.
- inyeccion aguja clavar culo.
- lo quiero para hayer
[¿y me lo dices oy?].
- maximo gorki embalsamado.
- me gusta un abogado
[vaya, vaya].
- para que sirve el algidol en ciclismo.
- pasos a seguir para apuntarse al inserso.
- pastillas para estar de buen humor siempre
[como se ve, tenía razón en su día en una entrada en la que sostenía que la gente lo quiere solucionar todo con pastillas].
- pastillas para el gusto sexual Madrid.
- pequeñas frances de que el me puede.
- postura en la guitarra de la nota si menor.
- que utilidad presta al hombre la ardilla.
- raiz de alzar la mano al frente los militares.
- razones para ser abogado.
- se pueden encontrar azafran en los pinares.
- subolismo que significa?

El triunfo de una vocación

El próximo sábado 22 de noviembre intervendré en la presentación pública de El triunfo de una vocación, libro que rinde merecido homenaje a la Escuela y a la Banda de Música de mi pueblo, El Hoyo de Pinares (Ávila), con ocasión del XX aniversario de la primera. El autor es Antonio José Ropa Mañas, al que agradezco enormemente la invitación, porque para mí es una satisfacción y un honor intervenir en una ocasión como ésta: el libro es un mágnífico trabajo, la Escuela y la Banda son dos excelentes iniciativas que merecen todo el apoyo, y cuento entre los músicos de la banda con amigos a los que aprecio.

El acto se desarrollará en el salón de sesiones del Ayuntamiento de El Hoyo de Pinares a partir de las 13 h. y será presentado precisamente por mi prima, la periodista de Telemadrid Chus Galán. Abrirá el turno de intervenciones el Presidente de la Escuela Municipal de Música, Juan Herráez. Además del autor del libro, tomará la palabra otro abogado y amigo personal del autor, Jacinto Blanco, conocedor también de la génesis de este estudio sobre la historia musical de El Hoyo de Pinares, luego hablaré yo y, finalmente, será el turno de Luis Miguel Tejedor y Raúl Abad, componentes de la Banda desde su fundación.

El triunfo de una vocación se abre con un repaso a la arraigada tradición musical de esta villa abulense, con especial atención a su rico folklore y a los antecedentes de la actual Banda de Música, para centrarse, posteriormente, en un repaso a las dos décadas de fructífera historia de la Escuela Municipal de Música, con datos de interés, evolución, actividades y perfil de sus protagonistas. La obra incluye no pocas anécdotas y curiosidades, además de un completo álbum gráfico de la actividad de la Escuela y la Banda desde su creación.

El autor, Antonio Ropa, andaluz de nacimiento pero vinculado familiar y personalmente a El Hoyo de Pinares, es el actual presidente de la Peña Lolailo y desde hace años ha participado de forma muy activa en la vida cultural, recreativa y asociativa del municipio. Cuando yo publiqué El Hoyo de Pinares: imágenes del ayer. Memoria gráfica de una villa abulense, volumen con el que colaboró la Peña, precisamente Antonio intervino en el acto de presentación pública de ese libro de fotografías antiguas, además de escribir el prólogo del mismo.

La presentación del libro se enmarca en los actos programados con ocasión de la festividad de Santa Cecilia, patrona de los músicos, y sirve como clausura a las distintas actividades que, a lo largo del presente año 2008, han servido para conmemorar con brillantez el XX aniversario del nacimiento de la Escuela Municipal de Música de El Hoyo de Pinares.

El autor conserva el copyright intelectual, pero ha renunciado a favor de la Escuela Municipal de Música a cualquier rendimiento económico por el trabajo realizado. Asimismo, es desinteresada la colaboración de cuantos hemos aportado datos o fotografías, así como los que van a trabajar en la logística y en la distribución de la obra. Esto permite que el beneficio que pueda obtenerse repercuta íntegramente en la excelente labor que viene desarrollando la Escuela de Música del municipio. Una iniciativa que ha formado ya musicalmente a decenas de jóvenes –algunos de los cuales incluso se han dedicado profesionalmente a la música o a su enseñanza- y que dio como fruto una de las bandas de música más reconocidas en Castilla y León, de la que sigue siendo vivero permanente de nuevos miembros.


Información sobre el acto en otros medios informativos:

Haberlas, haylas: epílogo

¿Recuerdan la historia que conté en Haberlas, haylas? Léanla si no lo hicieron o no se acuerdan, porque, como me pidió por entonces algún lector, voy a informar del desenlace. Y no se entiende ni tiene interés alguno si antes no se conoce aquel relato.

Después de aquella suspensión del juicio en abril de 2006 "por unos días", no volvimos a tener noticia alguna hasta casi dos años más tarde en que, por fin, se acordaron de citarnos ¡para octubre de 2008!

Celebramos hace unas semanas ese juicio (sí, el que yo le decía a mi cliente que teníamos perdido, mientras ella llegaba de nuevo al Juzgado con su habitual seguridad de ganar) y la parte contraria sufrió una cadena de inusuales contratiempos probatorios (esto ya ni me sorprende) que no puedo detallar. Así que yo aproveché para hacer el planteamiento que me convenía y...

Ayer nos notificaron la sentencia: íntegramente desestimatoria de la demanda interpuesta contra mi cliente, con imposición de costas a la empresa demandante. Me dice la procuradora que, definitivamente, a esta mujer tenemos que adoptarla como amuleto.

No sé por qué, pero pienso que la otra parte no va a apelar la sentencia. Y, si recurre, ya me da igual: lo ganaremos. Yo ahora ya creo en las brujas a pies juntillas.

(La ilustración de la carta del tarot es Justice, de Yamanaka Tamaki, de la Galería de imágenes Creative Commons de Flickr).

... Y Aitana

Con sólo 16 años, Aitana Sánchez-Gijón destacó en la serie televisiva de Pedro Masó Segunda Enseñanza, aunque empezó a ser más conocida con el largometraje Bajarse al moro (1988).

Un fin de semana, en el año 1989, una amiga, Ana, me llamó para invitarme al teatro:

- Tengo unas entradas que me ha dado mi vecina, que trabaja en el Ministerio de Cultura.
- Pero ¿qué vamos a ver?
- No recuerdo cómo se llama la obra, pero es teatro clásico.
- Bueno, me apunto.


Era El vergonozoso en palacio, de Tirso de Molina. Cuando llegamos al Teatro de la Comedia, vi en la pared el reparto y enseguida me fijé.

- ¿Conoces a esta actriz de ahí, Ana? –dije señalando.
- ¿Aitana Sánchez-Gijón…? Me suena, pero no sé de qué.

Le conté lo que había hecho hasta entonces. Y, por una vez, hice una excepción con mis inexistentes dotes proféticas y acerté en algo:

- Esta chica es buena y además lo tiene muy claro. Va a ser una gran actriz.

Ya entonces le pedí a Aitana una foto dedicada –atrevimiento típico de veinteañero-. La foto era la que reproduzco junto a estas líneas, pero firmada por ella: “A Carlos, con un abrazo muy fuerte de Aitana”. Y, durante esa época final de mi etapa como estudiante, la tenía colgada en la pared, junto con decenas de pósters, encima del ordenador, en el piso alquilado que compartía en Madrid.

Las personas que venían por casa observaban una foto firmada por una chica a quien no siempre conocían y a menudo me preguntaban: “¿Quién es ésta?”... Así que yo siempre bromeo diciendo que admiradores más apasionados tendrá, pero más antiguos que yo no creo, porque incluso tenía que explicar quién era ella...

Recuerdo que, en los comienzos de las televisiones privadas, Juanjo Menéndez la entrevistó en un magazine nocturno que presentaba en Antena 3. La palabra famoso, que hasta entonces había sido un adjetivo (actor famoso, cantante famoso…) ya estaba empezando a convertirse lamentablemente en un sustantivo (un famoso). Aitana explicaba su vocación, sus ganas de ser cada día mejor en su profesión… Y por eso, entre otras cosas, me cayó muy bien la frescura y la brillantez de aquella jovencilla que no quería ser una famosa, sino que quería ser actriz, nada más. Y nada menos.

Cuando la eligieron para protagonizar La Regenta me dije: “vaya, ya nadie me volverá a preguntar quién es la de la foto”.

Luego vinieron, en una deslumbrante carrera, además de trabajos en teatro y televisión, magníficas interpretaciones en cine como El pájaro de la felicidad, Boca a boca, La ley de la frontera, la camarera del Titanic, Yerma, Volaverunt, Celos, La puta y la ballena, La carta esférica…

Cuando protagonizó, junto a Keanu Reeves, Un paseo por las nubes, de Alfonso Arau, estoy seguro de que pudo haber dado prioridad a la conquista de Hollywood, pasando por aceptar cierto tipo de papeles limitados, irse dando a conocer allí… Pero Aitana parece que seguía con ese sueño de veinteañera: no aspiraba a ser una estrella, sino a ser cada día mejor actriz. Y tuvo las santas narices de volver a España, fundar su propia compañía de teatro, Strion, y montar La gata sobre el tejado de zinc.

Cuando ha hecho otras cosas diferentes de su trabajo interpretativo, también han guardado relación con ese mundo: presentar en TVE Días de Cine o aceptar el reto de sustituir a José Luis Borau al frente de una todavía incipiente Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas.

Aitana me parece una persona muy inteligente y tenaz. He seguido su trayectoria y tengo con ella, además, coincidencia generacional (es un par de años menor que yo). Escuchándola en entrevistas me identifico en lo esencial con muchos de sus planteamientos vitales. Me gusta también ese celo con el que ha logrado proteger su vida privada, con la que jamás ha comerciado ni remotamente. Y valoro toda su historia de superación y esfuerzo, de querer hacer bien su trabajo, de seguir deseando aprender cada día.

No sé si sabré explicar bien una impresión que yo tengo; tal vez, además, me esté equivocado porque yo no soy un experto, soy un mero espectador. Creo que Aitana no posee esa versatilidad cuasifísica que algunos actores parecen tener. Actores que pueden caracterizarse de forma que apenas se encuentran coincidencias de apariencia e impresión entre uno y otro personaje que representan, o que pueden cambiar su timbre de voz con facilidad… Aitana tiene un rostro personal que siempre está, enmarcado por las ropas o el peinado que sea, pero está ahí. Y si Aitana intentase fingir otra voz sonaría a impostura. Y, sin embargo, no poseyendo esa versatilidad natural, no ha caído en lo que les pasa a algunos actores, que siempre parecen estar haciendo el mismo papel: el de sí mismos. A base de esfuerzo, de caracterización psicológica del personaje, de talento interpretativo, Aitana consigue ser una excelente actriz.

La verdad es que sigo manteniendo hoy la admiración y simpatía que hace veinte años me despertó aquella chiquilla que, con convicción y desparpajo, apostaba por su vocación. Y me hacía ilusión saludarla personalmente alguna vez.

Ese tipo de situaciones son un auténtico cortazo porque, como ya comenté en otra ocasión, hay una asimetría entre tu actitud (que es la de estarte encontrando con alguien que te resulta conocido, que ha estado de alguna forma presente en tu vida y que te ha hecho pasar buenos ratos) y la de la celebridad en cuestión (que lógicamente se está encontrando con un completo desconocido).

Tenía dos vías para que alguna vez me la presentaran. Mi amigo Fernando Sánchez Dragó tiene excelente relación con la familia Sánchez-Gijón. Y otro amigo es su primo, Enrique Carbonell Sánchez-Gijón, hermano de Pablo Carbonell. A los dos se lo había insinuado en alguna ocasión, aunque parece que sin suficiente insistencia.

El otro día iba a ir con unas amigas a ver Un dios salvaje, como ya he comentado, y a Enrique, que anda por las Américas, le pedí, mensajeándole por internet, un favor que tal vez, como él decía, fuera absurdo. El diálogo fue algo parecido a esto:

- Venga, tío, mándale un correo o un sms diciéndole que si le importa que pasemos a saludarla por su camerino...
- Tú pásate, que seguro que no le molesta. Y le das recuerdos míos.
- Pero que no, que me va a dar palo y al final no iré. Qué te cuesta decírselo: si te dice que sí, pues ya nos espera y es todo menos frío y, si no la apetece, pues nos ahorramos el trago.
- Mira, Carlos, es absurdo que yo le envíe un mensaje desde Brasil para decirle que un admirador tímido quiere verla. Anda, anda, pásate sin más, preséntate y dile que soy el primo que más la quiere.


Asistimos a la representación, nos reímos, aplaudimos a rabiar… y de pronto apareció Maribel Verdú con una pequeña tarta para Aitana, y los espectadores le cantamos el Cumpleaños Feliz.

Decidí entonces que no procedía pasar por su camerino. Al ser su cumpleaños, seguro que estaría de celebración con sus compañeros y que tendría planes después. Pero cuando salíamos y ya nos marchábamos, les comenté a mis compañeras la conversación con Enrique y entonces alguna de ellas me animó a volver.

Así que allí que nos plantamos. Saludamos a Aitana y, de paso, a Pablo Carbonell, que también estaba y se asomó al escuchar que yo nombraba a su hermano. Eso sí: lo de que Enrique es el primo que más la quiere lo tuve que decir cuando se distrajo Pablo…

Aitana, efectivamente, se iba a su fiesta de cumpleaños, y la pobre tuvo que aguantar un momentito a una pandilla de espontáneos saludándola y felicitándola. Y, a pesar de todo, estuvo amabilísima y simpática.

Como era evidente que tenía prisa, se libró de tener que soportar el kit completo del admirador pesado: conversación tópica, autógrafos, “preséntanos a tus compañeros de reparto” y todo esoLo dejamos reducido a una felicitación y una foto. Así que aquí está la actriz con el friki que se coló en su camerino esa noche y con Nuria, Toñi y Silvia, las secuaces que le acompañaban.

(La primera fotografía está obtenida de la galería Creative Commons de Flickr. De la segunda no sé la autoría, pero es la misma que me regaló en su día dedicada. Y la nuestra nos la hizo Papin Lucadamo, el esposo de Aitana).

Un dios salvaje

Dos matrimonios se reúnen para ver cómo afrontan el incidente protagonizado por sus hijos, en el que uno de ellos, al sentirse insultado, le ha roto al otro dos dientes con un palo.

Éste es el planteamiento del que parte Un dios salvaje, la obra a la que asistí la semana pasada en el Teatro Alcázar de Madrid, junto con tres compañeras de trabajo y amigas.

Un reparto de lujo -Aitana Sánchez-Gijón, Maribel Verdú, Pere Ponce y Antonio Molero- da vida con mucho talento a los personajes de esta historia.

Inicialmente todo es extrema corrección, compostura y buenas maneras en la conversación. Tanto que, ya desde el principio, se respira el artificio y la falsedad. A lo largo de la representación, las caretas, la urbanidad y las formas van cayendo. Y hasta qué punto. No sólo asomarán los auténticos pensamientos de fondo, sino los secretos inconfesables de cada cual, los reproches y la agresividad, en una batalla de todos contra todos, en la que los aliados cambian a cada momento y los adultos demuestran ser mucho peores que los niños que se habían peleado.

Comedia, sí, y además divertidísima, pero también con un poso para la reflexión. Como pasaba con El Método Grönholm. No en vano, el autor de esta última, Jordi Garcerán, es quien ha adaptado Le dieu du carnage, de Yasmina Reza (la autora de Arte), mientras que Tamzin Townsend, que dirigió El Método... en Madrid, dirige también ahora Un dios... Claro que yo creo que Tamzin últimamente lo dirige casi todo...

Las dos actrices protagonistas deseaban desde hace tiempo trabajar juntas en teatro. Parece ser que Maribel Verdú vio la obra en Francia, se lo comentó a Aitana Sánchez-Gijón y así eligieron este texto para un fructífero encuentro profesional.

Muy recomendable. Y hay poco tiempo, creo que sin posibilidad de prórroga, porque Aitana y Maribel tienen otros compromisos artísticos. No se la pierdan, disfrutarán con la trama y con la interpretación y seguro que se reirán.

Por cierto, la noche de teatro terminó, antes de las cañas de rigor, con una guinda fantásica: estuvimos con Aitana Sánchez-Gijón en su camerino. Pero eso merece que lo cuente en una entrada aparte...

(Fotografía descargada del dossier disponible en la web del Teatro Alcázar).

50.000 abrazos con palabras

Una de las cosas que más me fascina en la vida es el poder de la palabra, hablada o escrita. La capacidad de comunicarnos con el otro, de construir una relación, de generar sentimientos, de reconfortarle, de entusiasmarle, de emocionarle o de hacerle sonreír…

A mi regreso de Estambul (contaré este viaje cuando acabe con el relato de las escapadas veraniegas) veo que el blog ha sobrepasado las 50.000 visitas.

No voy a repetir de nuevo todo lo que ya dije cuando La nota discordante cumplió un mes y cuando alcanzó un año de existencia.

Pero sí puedo asegurar que sigo sorprendiéndome de que, cada día, un centenar de personas se pase por un humilde blog de alguien desconocido que además no está especializado en ninguna temática concreta. Me siguen conmoviendo algunos correos privados. Me siguen ilusionando enormemente gestos y reacciones (el último, el cariñoso mensaje que Gioconda Belli me hizo llegar tras leer la entrada que dediqué recientemente a su personalidad y su obra, un mensaje el de esta escritora nicaragüense que para mí fue una sorpresa y un honor). Y sigo encantado, cómo no, con los comentarios de los lectores ocasionales de este blog, y de los asiduos, que ya forman una especie de cálida tertulia.

Así que, simplemente, gracias, y un abrazo a cada visitante que ha encontrado aquí algo que le ha interesado, que le ha hecho pensar o sentir.

(Ilustración: fragmento de un cartel publicitario del servicio postal australiano. Gracias a Juliana, que me envió la imagen con otro motivo distinto, pero que me ha proporcionado así la idea y la ilustración de este post).

Algunos días me gusta ser abogado...

Definitivamente, mi despiste no tiene remedio. Hace algunos días, de camino a los Juzgados de lo Social de Madrid, al cambiar el semáforo en la calle Hernani y cruzar el paso de cebra, por mirar para otro lado casi me topé con una mujer que venía de frente. Al alzar la vista, de pronto me encontré con una cara que me resultaba muy familiar y que me miraba seria pero sin decir nada. Dos tipos trajeados, a ambos lados, también me observaron fijamente… Al cabo de unos segundos, caí: era la Vicepresidenta del Gobierno, con sus escoltas. Volví la mirada hacia atrás y lo confirmé viéndola caminar por la calle General Moscardó. Cuando llegué a la puerta del Juzgado, la gente estaba haciendo esos comentarios tan típicos de “¿la has visto?”, “pues no vale nada, ¿eh?”, y cosas así, me temo que sin referirse a su capacidad política que es lo que de verdad debería importarnos. Pero en realidad no es de esta anécdota de lo que iba a hablar, sino de algunas sensaciones a la salida del juicio al que acudía.

Cuando tengo juicio, salvo raras excepciones suelo estar de buen humor. ¿Será una patología propia de la deformación profesional? Porque no sé si los cirujanos se levantan contentos el día que tienen operaciones, o los directores de banco se despiertan más alegres cuando van a firmar una hipoteca, o los arquitectos el día que les toca visita para ejercer dirección de obra…

Hay aspectos de mi labor profesional que me resultan -por decirlo con el lenguaje político más avanzado- un auténtico coñazo. Y otros que me gustan mucho. Hay algunas habilidades profesionales en las que simplemente me defiendo (no voy a decir cuáles, tampoco es cuestión de dar pistas a posibles rivales) y otras labores que creo que se me dan particularmente bien. Pero si hay algo en lo que confluyen las dos cosas –algo que me gusta y algo que pienso que hago bien- son los juicios orales. Quizá el hecho de que me gusten tenga que ver precisamente con esa creencia de tener habilidad para los mismos, porque posiblemente esto hace que me sienta seguro.

Me gusta rastrear y encontrar argumentos jurídicos para defender la postura de quien me ha confiado sus intereses. Y disfruto luego exponiéndolos en juicio. Me gusta plantear estrategias procesales y ver como un juicio fácil efectivamente se concreta bien. Y me gusta mucho más aún el reto de comprobar cómo un asunto a priori complicado se puede acabar enfocando de manera que se haga un papel digno o se acrecienten las posibilidades de tener algún éxito.

Generalmente, nuestra profesión es muy ingrata. Si ganamos un juicio, el cliente percibe que ha ganado porque tenía razón él y no ve mérito en la actuación del abogado. Si lo perdemos, el cliente considera que lo ha perdido por culpa del abogado. O sea, que aunque yo lo disfrute personalmente, el cliente, por mucho que le expliques la situación, no siempre es verdaderamente consciente de la labor que has realizado.

Pero hay ocasiones, pocas, en que sientes que tu defendido puede sentir como cierto lo que aparece en la columna derecha del blog, la frase de Las Partidas de Alfonso X el Sabio: que tú has expuesto sus razones para que, por no saber expresarse, por nerviosismo a la hora de hablar ante un tribunal o, sobre todo, por no saber de leyes, no pierda el derecho que le pueda asistir.

Cuando estás dando forma y apoyatura jurídica a la postura de tu cliente y ves que éste se siente identificado, cuando percibe que tú estás expresando en forma legal lo que él piensa de una forma llana, que estás defendiendo profesionalmente sus intereses, sientes una especial satisfacción.

Ese día –el que me encontré a la Vice-, en el alegato final del juicio laboral que tenía, notaba al mirar de reojillo que mi cliente iba cambiando la cara, que incluso asentía él solo. El hombre lo había pasado mal durante meses y tenía, justificadamente, la sensación de ser víctima de una situación injusta. Y por fin se sentía reivindicado. Se identificaba visiblemente con lo que yo estaba exponiendo, porque tal vez era lo mismo que él pensaba pero que quizá no hubiese acertado a expresar de esa manera. Por primera vez en muchos meses, a la salida le vi crecido y sonriente.

Y en esos casos me alegro especialmente. Supongo que hay en ello una parte de vanidad, sin duda. Pero también tiene que ver con la satisfacción de poder sentir en algún momento que tu trabajo es útil para una persona que ha confiado en ti.

(Ilustración: Ante la justicia, de Blanca Helga de Miguel Rubio, procedente del banco de imágenes gratuitas del ISFTIC del Ministerio de Educación).

Ps.- Poco antes de publicar esta entrada, me llega por fax la sentencia del juicio y son buenas noticias -para nosotros, para la parte contraria no-. Parece que esa exposición de conclusiones que a mi defendido le gustó también convenció a la juez. No sólo desestima íntegramente la demanda interpuesta contra mi cliente, sino que hace algo inusual pero que yo le había pedido expresamente: impone una multa a la otra parte, por temeridad y mala fe.

Una mañana en Soria

Después de pasar por Medinaceli y de visitar a Dragó en Castilfrío y a Ruiz Vega en La Rubia, no podíamos dejar de acercarnos cuando menos unas horas a la capital de la provincia antes de emprender el regreso.

Nuestra mañana en Soria nos sirvió para apreciar, aunque de forma inevitablemente comprimida, una pequeña muestra de esa personalidad que cautivó a escritores como Machado, Bécquer o Gerardo Diego. 

La románica iglesia de Santo Domingo -cuyos orígenes se remontan al siglo XII aunque tiene posteriores reformas y elementos hasta del renacimiento- es uno de los más destacados monumentos sorianos, con un espectacular rosetón (el “horóscopo vidriado” del que hablaba Gerardo Diego en sus versos) que corona una bellísima portada. Apreciamos en el centro el pantocrátor (en este caso, Dios Padre con Jesús en brazos, algo que no es frecuente en la iconografía religiosa), junto con los cuatro evangelistas y José y María. En las arquivoltas, aparecen figuras relacionadas con el Apocalipsis y pequeñas representaciones de otras numerosas escenas bíblicas. 
 
San Juan de Rabanera es otro destacable templo románico, de planta de cruz latina y con el ábside sobresaliendo exteriormente con forma semicircular.

La antigua colegiata de San Pedro (concatedral desde 1959), con su fachada plateresca, aunque data el siglo XVI, se edificó sobre una iglesia del siglo XII y conserva el primitivo claustro románico de ésta.

Nuestra Señora del Espino es una iglesia del siglo XVI, ubicada en el cerro del Castillo, dedicada a la patrona de Soria. Junto a ella se conserva el centenario olmo viejo y herido que reverdecía en primavera y a cuyo pie han colocado una placa recordando los versos machadianos. En el cercano cementerio soriano deben de estar los restos de su joven esposa Leonor a la que dedicó algunos de sus más célebres versos.

Si Santo Domingo es lo más destacado en la arquitectura religiosa, la arquitectura civil tiene en el Palacio de los Condes de Gómara uno de sus más representativos edificios, aunque no es más que una parte del proyecto inicial que nunca llegó a acometerse íntegramente. En la majestuosa fachada de lo que hoy es Audiencia Provincial, unos ángeles sostienen la inscripción que nos revela de cuándo data el edificio –se concluyó en 1592- y su autoría –el arquitecto fue Francisco López del Río-. Dos maceros flanquean el escudo nobiliario de quienes fueron sus propietarios. Sobre éste se aprecia una mujer en una ventana: dicen que pudiera ser un escarmiento de las infidelidades de la condesa, representándola encerrada.

También merece citarse otro palacio renacentista, el Los Ríos y Salcedo, del siglo XVI y que hoy alberga el Archivo Histórico Provincial.

En la zona que los sorianos llaman Herradores (hoy Plaza de Ramón Benito Aceña) vivieron los hermanos Bécquer, el escritor Gustavo Adolfo y el pintor Valeriano.

La calle Zapatería, salpicada de antiguas casas y palacios, nos lleva a la Plaza Mayor, donde está la Casa de los Doce Linajes (s. XVII), que es el actual Ayuntamiento. Cerca está la torre de Doña Urraca. En ese lateral de la plaza vemos el edificio de la Audiencia (hoy Centro Cultural) al que se refería Machado en su poema, efectivamente con su reloj y su campana:

¡Soria fría! La campana
de la Audiencia da la una.
Soria, ciudad castellana
¡tan bella! bajo la luna.


 

No sé si en ese momento daba la una -en este caso, del mediodía-, pero nosotros decidimos que, en cualquier caso, era la hora de la caña y nos unimos a los sorianos que estaban ya disfrutando del aperitivo del sábado.

(Fotografías del autor).

Premio I love your blog

Dentro de las habituales cadenas de premios entre blogueros, María Gemma, la autora de la bitácora María Gemma opina, ha tenido la generosidad de distinguirme con el premio I love your blog.

Se supone que, para continuar la cadena, debería contar seis pequeñas cosas que me hacen feliz y pasar el relevo a otros seis blogueros, pero en una entrada anterior ya atendí un meme similar y enumeré seis cosas sencillas que habían supuesto recientes momentos felices para mí y también le comuniqué el reto a otros tantos autores de bitácoras que considero dignas de interés. Así que para no ser repetitivo, me limito esta vez a dejar constancia de mi agradecimiento.

Gioconda Belli


“No voy a reclamar para mi país, Nicaragua, el premio para el más azotado y sufrido del continente americano, porque siendo un país latinoamericano la competencia es feroz (…). Somos un país de sobrevivientes, sobrevivientes de las catástrofes, pero también de las esperanzas malogradas.”
 
Nicaragua es una pequeña (y dicen que linda: sueño con comprobarlo un día cercano) nación de Centroamérica, un pueblo que fue ejemplo de superación, un David frente a un Goliat, un singular país donde los héroes nacionales son un guerrillero y un puñado de poetas. 


“Las memorias que guardo de mi infancia y adolescencia ocurrieron en una ciudad que ya no existe, una ciudad que se desplomó en una noche de polvareda e incendios”.
 
Tenía yo seis años cuando supe de la existencia de Nicaragua. Y de qué forma. A un maestro de mi pueblito abulense se le ocurrió encargarnos en la escuela que, por equipos de trabajo, hiciéramos unos murales sobre el terremoto que acababa de devastar Managua, para luego colocarlos en el aula.

A esa edad creo que aún no nos habían explicado muy bien qué era América o qué era un terremoto. Pero un grupo de niños aprendimos así, recortando diarios y topándonos de bruces con la realidad, algo de periodismo, algo de geografía, algo de geología y algo sobre el dolor.


"Los portadores de sueños sobrevivieron a los
climas gélidos pero en los climas cálidos casi parecían brotar por
generación espontánea.
Quizá las palmeras, los cielos azules, las lluvias
torrenciales tuvieron algo que ver con esto,
la verdad es que como laboriosas hormiguitas
estos especímenes no dejaban de soñar y de construir
hermosos mundos,
mundos de hermanos, de hombres y mujeres que se
llamaban compañeros,
que se enseñaban unos a otros a leer, se consolaban
en las muertes,
se curaban y cuidaban entre ellos, se querían, se
ayudaban en el
arte de querer y en la defensa de la felicidad (…).
Son peligrosos - imprimían las grandes rotativas
Son peligrosos - decían los presidentes en sus discursos
Son peligrosos - murmuraban los artífices de la guerra.
Hay que destruirlos - imprimían las grandes rotativas
Hay que destruirlos - decían los presidentes en sus discursos
Hay que destruirlos - murmuraban los artífices de la guerra.
Los portadores de sueños conocían su poder
por eso no se extrañaban
también sabían que la vida los había engendrado
para protegerse de la muerte que anuncian las
profecías y por eso defendían su vida aun con la muerte.
Por eso cultivaban jardines de sueños
y los exportaban con grandes lazos de colores.
Los profetas de la oscuridad se pasaban noches y días enteros
vigilando los pasajes y los caminos
buscando estos peligrosos cargamentos
que nunca lograban atrapar
porque el que no tiene ojos para soñar
no ve los sueños ni de día, ni de noche” .

Nicaragua volvería a estar presente en mi vida varias décadas después, cuando seguí, desde el interés, desde el cariño, desde la solidaridad y luego desde la decepción, la más hermosa de las revoluciones contemporáneas.

La que derribó la tiranía de Somoza. La que intentó esbozar un modelo propio en el que patriotismo, libertad y justicia social no fueran conceptos reñidos entre sí. La que alfabetizó en medio año a medio país. La que comenzó a extender la educación y la sanidad en un territorio lleno de pobreza y entre un pueblo lleno de dignidad. La que intentó reconstruir y vertebrar mínimamente Nicaragua con sus escasos recursos, mientras un vecino del Norte dedicaba muchos más, miles de millones de dólares, al acoso bélico a una experiencia que consideraba peligrosa. La que feneció como consecuencia del sucio chantaje de una guerra impuesta, pero también como consecuencia de sus propios errores, de las corrupciones de algunos dirigentes, que no estuvieron ni remotamente a la altura del esfuerzo colectivo de su pueblo y de la conducta ética de la mayoría de quienes habían sido sus compañeros.

Me recuerdo encargando libros a toda la gente que viajaba a Nicaragua o incluso a cualquier otro país de Iberoamérica, me recuerdo alimentando así mi simpatía por los nicas.

Me recuerdo también, triste, el día de la derrota electoral del sandinismo, escuchando en Madrid a la periodista Carmen Sarmiento, en lo que estaba programado como una fiesta y terminó siendo un desfile amargo de soñadores con caras largas.

“… Y haré un libro desafiante y bello para vos.
Un libro donde estaremos felices
o ariscos como gatos discutiendo,
un libro que flote en el tiempo de tu tiempo”.

 
Estaba yo convaleciente en casa de una leve enfermedad, alguna gripe o algo parecido, supongo. Era finales de los ochenta, creo recordar. Me dispuse a pasar el tiempo leyendo. Busqué entre los libros que tenía pendientes y tomé uno que alguien me había traído de un viaje a Argentina. Era una novela de una autora nicaragüense, Gioconda Belli, y se titulaba La mujer habitada.

Durante los siguientes días, esta obra, encuadrada en lo que se ha llamado realismo mágico, me cautivó. La lírica y la épica se unían en un relato que sospecho tenía mucho de la vida de su autora. La vida de alguien que, junto con el amor, encuentra también algo inesperado: una realidad que va empujándola al compromiso ético, a la insurrección frente a la injusticia. En las páginas de la novela asomaba una voz interior que representaba la compleja historia de liberación de un pueblo, asomaban las dudas y esa progresiva toma de conciencia que lleva a la implicación personal, a la entrega a los demás, rebelándose contra el destino y persiguiendo un sueño por construir.

Al libro le tomé un cariño especial. Una amiga que buscaba en mi biblioteca lecturas para tomar prestadas se llevó aquella edición. Le conté lo que significaba para mí, le advertí que no estaba aún publicada aquí, que por favor me la devolviera una vez leida. Luego se la reclamé varias veces… No la recuperé.

Cuando por fin la publicaron en España salió en Txalaparta y no quise comprarla por motivos éticos (con esta editorial tengo un problema personal: ellos no tienen claros algunos conceptos elementales, tales como que asesinar no está bien, y yo sí tengo claro que no quiero darles ni un céntimo). Por fin, años después la publicaron en Ediciones Salamandra y así pude comprar de nuevo el libro para tenerlo. Pero, como el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, haciendo las mismas advertencias… lo he vuelto a prestar.

"Soy la mujer que piensa.
Algún día
mis ojos
encenderán luciérnagas."


Leí después otras novelas y saboreé a menudo su poesía.

Novelas con la misma prosa poética que tiñe cuanto hace.

Magnífica poesía erótica, o humorística, o comprometida…, siempre vital.

La voz de Gioconda no ha dejado ya de estar presente en mi vida desde aquel encuentro con su literatura…

Y he seguido con interés, muchas veces desde la coincidencia y algunas desde la discrepancia, sus opiniones políticas y sociales, comprobando en todo caso cómo ha seguido siendo fiel no a siglas algunas sino a ese mismo sentido de apuesta por la libertad y de rebelión contra las injusticias que descubrí años atrás leyéndola por vez primera.

"Me he vuelto alfarera
y he creado vasijas para guardar momentos.
Me he soltado en tormenta
y trueno y lloro de rabia por no tenerte cerca,
en viento me he cambiado,
en brisa, en agua fresca
y azoto, mojo, salto
buscándote en el tiempo
de un futuro que tiene
la fuerza de tu fuerza."


Hace pocos días por fin cumplí un pequeño sueño personal y, casi veinte años después de aquel deslumbramiento que me causó su primera novela, pude saludarla personalmente.

Fue en la Casa de América de Madrid, con ocasión de los actos de Vivamérica. Por cierto, ese festival -y no un desfile militar- representa una forma más adecuada de celebrar los lazos de la hispanidad, es decir, todo eso que nos une hoy, que es mucho y deberíamos cuidar y potenciar más, por encima de la visión crítica que nos pueda merecer cómo se produjo el proceso histórico.

Gioconda había dado una magnífica conferencia, a la que no pude asistir por motivos profesionales, pero que luego he tenido ocasión de leer en el Facebook: La sonrisa de la poesía.

Pero sí pude ir a un recital poético dedicado a voces de la literatura femenina de Iberoamérica, presentado por Julia Escobar (por cierto, su blog La quimera y esta Nota discordante comparten la condición de bitácoras recomendadas en el blog de Fernando Sánchez Dragó) y en el que participaron, junto a Gioconda, la colombiana Piedad Bonnet, la cubana María Elena Cruz Varela y la chilena Elvira Hernández.

Además de disfrutar con la lectura de poemas, me sorprendieron anecdóticamente dos cosas. Una, la cantidad de público. Yo pensaba que la poesía sólo nos interesaba a cuatro y parece que al menos nos interesa a un par de centenares. Y otra la juventud de muchos de los asistentes españoles e iberoamericanos (una elevada densidad de chicas guapas por metro cuadrado), porque también pensaba que la gente joven hoy no leía poesía.

Cuando terminó el recital, me acerqué a la mesa. Como a continuación había un concierto en el mismo lugar -el Anfiteatro Gabriela Mistral-, Julia Escobar nos pidió a todos que nos fuéramos a la cafetería, así que le dije a Gioconda que la iba a perseguir hasta allá (“sí, persígueme”, dijo sonriendo), caminamos hacia el lugar (casi imposible conversar en el trayecto porque la iban parando y saludando a cada paso) y cuando llegamos la atraqué a punta de libro (“esos son los mejores atracos”, aseguró) y le pedí que me firmara El infinito en la palma de la mano, mi ejemplar ya leído y otro nuevo que era el regalo de cumpleaños para una amiga, Virginia.



“Eva pensó con nostalgia en la luz y quietud del Jardín. En la eternidad. Recordó el reposo de su ánimo, los pensamientos simples de su mente ajena al sobresalto, al llanto, a la angustia o a la rabia; aquel flotar leve de hoja sobre la superficie del agua.
- Si no hubiésemos comido la fruta –dijo ella mirándolo a los ojos- yo jamás habría probado un higo o una ostra. No habría visto al fénix resurgir de sus cenizas. No había conocido la noche. No reconocería que me siento sola cuando te vas, ni habría sentido cómo mi cuerpo tan frío aun en medio del incendio se llenó de calor apenas oí que me llamabas. Seguiría viéndote desnudo sin que me turbaras. Nunca habría sabido cuánto me gusta cuando te deslizas como pez dentro de mí para inventar el mar.
- Y yo no habría sabido que no me gusta que tengas hambre. Me parece cruel verte palidecer y no hacer nada por evitarlo. Yo no decidí que las cosas fueran así, Eva. Yo aprendo de lo que veo a mi alrededor.”
 
El infinito en la palma de la mano es la última novela que ha publicado y con la que ganó el Premio Biblioteca Breve de la editorial Seix Barral. Es el mágico relato de nuestros orígenes, la vida de Adán y Eva.

Comencé a leerla con ciertas dudas: me parecía, a priori, una historia ya demasiado conocida –desde la Biblia a Mark Twain- como para que pudiera sorprenderme o decirme algo nuevo. Pero no sólo no me defraudó, sino que me encantó.


Gioconda recrea este mito del Génesis con su brillante prosa poética. Y sabe imaginar y describir como nadie esa sensación del ser humano que carece de experiencia, esa impresión de primera vez ante todo: ante el alimento, ante el frío, ante la noche, ante la maternidad… La sensación de descubrir el dolor y el gozo, el miedo a lo desconocido y la esperanza: la vida humana. 
 
"Desde la mujer que soy,
a veces me da por contemplar
aquellas que pude haber sido;
las mujeres primorosas,
hacendosas, buenas esposas,
dechado de virtudes,
que deseara mi madre.
No sé por qué
la vida entera he pasado
rebelándome contra ellas (…).
En esta contradicción inevitable
entre lo que debió haber sido y lo que es,
he librado numerosas batallas mortales,
batallas a mordiscos de ellas contra mí
-ellas habitando en mí queriendo ser yo misma-
transgrediendo maternos mandamientos,
desgarro adolorida y a trompicones
a las mujeres internas
que, desde la infancia, me retuercen los ojos
porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños,
porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable,
que se enamora como alma en pena
de causas justas, hombres hermosos,
y palabras juguetonas(..).
No me arrepiento de nada, como dijo la Edith Piaf.
Pero en los pozos oscuros en que me hundo,
cuando, en las mañanas, no más abrir los ojos,
siento las lágrimas pujando;
veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo,
blandiendo condenas contra mi felicidad.
Impertérritas niñas buenas me circundan
y danzan sus canciones infantiles contra mí
contra esta mujer
hecha y derecha,
plena.
Esta mujer de pechos en pecho
y caderas anchas
que, por mi madre y contra ella,
me gusta ser”.

Gioconda, la de siempre, brillante, creativa, la mujer amante de la belleza y rebelde ante la injusticia, asoma hasta en las dedicatorias.

La que a mí me escribió: “Para Carlos, con manzanas e higos”.

Y la que abre el propio libro:
“A las víctimas anónimas de la guerra de Irak. En algún lugar de esas tierras, entre el Tigris y el Éufrates, hubo una vez un Paraíso”.

Dejo una selección de audiovisuales para que puedan escucharla.
 
Gioconda, poeta. Sueño con sofá y Carga cerrada (dedicado a Nicaragua, "mi hombre con nombre de mujer"):


Gioconda, novelista. Premiada por El infinito en la palma de la mano:


Gioconda, comprometida y luchadora. Leyendo en la calle una declaración del Movimiento Renovador Sandinista (MRS), contra la pretensión de reducir el castigo penal a la violencia sexual:


(Todas las citas en cursiva son textos de Gioconda Belli, procedentes de la conferencia La sonrisa de la poesía, de diversos poemas, de El país bajo mi piel, memorias de amor y de guerra y de El infinito en la palma de la mano) .

Blog Action Day: contra la pobreza

"Aunque no podemos adivinar el tiempo que será, si que tenemos al menos, el derecho de imaginar cómo queremos que sea. ¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado derecho de soñar? (...). Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible: (...) La gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar (...); se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez, que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir nomás (...); los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas (...); los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas (...); el mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza (...); la comida no será una mercancía (...); nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión (...); los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle (...); la educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla (...); la justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda."
 - Eduardo Galeano. El derecho al delirio, de su libro Patas arriba. La escuela del mundo al revés -

Este año, el Blog Action Day, una iniciativa sin ánimo de lucro que pretende unir a miles de blogueros en un debate común, nos propone reflexionar sobre la pobreza.

Poco puedo yo aportar a este debate: apenas un recordatorio de datos conocidos pero que cada día deberían interpelarnos y hacernos reaccionar.

Hemos construido un mundo donde la espectacular riqueza de una pequeña parte contrasta fuertemente con una realidad dramática, a la que no queremos mirar. Según Pobreza Cero, 800 millones de personas no tienen acceso a la comida suficiente para alimentarse. 1.100 millones de personas sobreviven en el mundo actual, en pleno siglo XXI, con menos de un dólar diario. 1.200 millones de personas ni siquiera tienen acceso al agua potable. 10 millones de niños mueren antes de cumplir los cinco años por causas que hoy son perfectamente evitables. Y quienes representamos el 10 % de la población mundial consumimos el 70 % de los recursos mundiales.Durante años, nos han presentado la pobreza como si fuera un problema inevitable, como si hubiera unos países donde se da la pobreza como se da un determinado clima o una concreta vegetación. Pero la pobreza es un problema fundamentalmente político. Tiene unas causas estructurales, obedece a un modelo económico, comercial, de consumo... que es profundamente injusto, además de antiecológico.Nuestra generación podría acabar con la pobreza si existiera voluntad política para ello. Somos capaces de levantar construcciones espectaculares, de organizar multimillonarios eventos, de gastar miles de millones en guerras, de avanzar en la investigación de todo tipo, de desarrollar tecnologías impresionantes, de explorar el espacio exterior... Y lo hacemos. También somos capaces de acabar con la pobreza en el mundo. Pero no lo hacemos. Los llamados Objetivos de Desarrollo del Milenio planteados por las Naciones Unidas -ya de por sí modestos y sólo un primer paso- quedarán muy lejos de cumplirse en 2015. Algo tendríamos que decir, ¿no?

Jornada de 65 horas: ¿una Europa sin derechos sociales?

Publicado en el diario digital AvilaRed.com, 13.10.08, y en Soitu.es, 07.11.08.

Desde hace algunos meses en este blog aparece un banner de la campaña contra la Directiva comunitaria que pretende consagrar la jornada laboral máxima de 65 horas semanales. Algunos amigos bromeaban conmigo por ello, porque saben de mi exceso de trabajo profesional, y yo siempre les contesto con la misma ironía: “No, hombre, es que a mí me parece poco. Como lo aprueben me hacen polvo, yo necesito más tiempo. Por eso he puesto lo de '65 horas, ni de coña'…”.

Pero, dejando de lado estos chascarrillos entre amigos, la cuestión tiene una seriedad y una trascendencia que creo no estamos sabiendo calibrar suficientemente.

Ayer, 7 de octubre, coincidiendo con la Jornada Mundial por el Trabajo Decente se llevaron a cabo algunas manifestaciones contra esta nefasta Directiva Comunitaria, que pretende ampliar desmesuradamente la jornada de trabajo.

Pero este debate (casi inexistente en la calle, donde la medida se toma, en efecto, como un disparate, pero a la vez como anecdótica, porque a los españoles supuestamente no va a afectarnos) no ha sido noticia de portada en ningún medio de comunicación. Y, no lo duden, esto es mucho más importante para nuestras vidas que ampliar el Fondo de Garantía de Depósitos, que la sentencia de la operación Nova, que analizar si Biden estuvo mejor que Palin en el debate electoral norteamericano, o infinitamente más importante que las lesiones en la selección española de fútbol ante el partido contra Estonia. Muchísimo más.

Ni la mayoría de los medios de comunicación (que tienen la obligación de informar, e incluso de contribuir a formar la opinión pública, esto es, alentar e ilustrar el debate social cuando el asunto lo merece), ni siquiera los sindicatos (que deberían representar con mucha mayor convicción los intereses de los trabajadores y poner toda la carne en el asador ante un asunto de esta envergadura) ni tampoco los ciudadanos de a pie (siempre distraídos con otras cuestiones mucho más intrascendentes) están prestando la suficiente atención a esta Directiva, que supone un recorte muy serio de una conquista social -la limitación de la jornada de trabajo- que costó siglos de concienciación, de luchas y de sacrificio.

Entre los argumentos de los defensores de este despropósito se apunta que es necesario flexibilizar los límites de jornada en determinados sectores o profesiones que lo precisan por su propia naturaleza (horarios de guardia o cuestiones similares). Pero ocultan que esa flexibilidad ya existía sin necesidad de la nueva Directiva. Tanto la legislación nacional de nuestro país como las normas europeas admiten la posibilidad de jornadas especiales de carácter sectorial. Y, en todo caso, el argumento es falaz: la excepción no puede convertirse en regla. Si es preciso, contémplese la excepción, pero que no se generalice.

Otro argumento, más peligroso aún, es que con la nueva regulación no se obliga a nadie a trabajar 65 horas, que eso sólo sucederá cuando el trabajador así lo acepte. Esta afirmación de apariencia tan simple se carga, de un plumazo, todo el armazón del Derecho Laboral.

El Derecho Laboral continental y, desde luego, el español, parten de la base de que, a diferencia de otras ramas, como el Derecho Civil, aquí no estamos ante una contratación entre partes iguales, sino que hay una parte más débil que merece ser especialmente protegida. Este principio básico implicaba que no pudieran negociarse individualmente cualesquiera condiciones, sino que existieran unos mínimos imperativamente fijados por la Ley. Y llevaba a que, respetando esos mínimos legales, pudieran convenirse condiciones, pero no mediante pacto individual, sino mediante los procesos de negociación colectiva, de forma que los trabajadores, agrupados en sus representaciones sindicales, pudieran cobrar mayor fuerza.

Ese argumento, que ahora esgrimen los euroburócratas del capitalismo europeo para recortar un derecho ya reconocido -y, lo que es más preocupante, para dinamitar de paso la base teórica de nuestro Derecho Laboral-, podría servir en el futuro para abolir igualmente otras conquistas sociales hoy proclamadas en la normativa comunitaria, como los salarios mínimos, las vacaciones o la protección social. ¿Por qué fijar un salario mínimo obligatorio? Que quede al pacto individual de las partes y, si el asalariado acepta trabajar por una miseria, nadie le ha obligado a ello. ¿Por qué preceptuar que existan vacaciones? Si el trabajador está de acuerdo en no disfrutarlas, es libre de hacerlo, para qué se le va a obligar a descansar si él no quiere. Y si al trabajador le da igual tener Seguridad Social que no tenerla, pues que la empresa no esté obligada a cotizar porque, si él acepta voluntariamente no contar con esa cobertura, no tiene sentido imponérsela… Nuestro Derecho parte de la tesis contraria a tales aseveraciones: la de que, en estos casos, la parte débil, la persona que necesita el salario para su propio sustento personal y familiar, podría verse forzada por la necesidad (siempre, pero muy especialmente en épocas de crisis o de desempleo en las que la oferta de mano de obra sea superior a la demanda) a aceptar la imposición de condiciones abusivas. La historia nos enseña que esto es mucho más que una suposición. Y por eso, las conquistas sociales, durante los precedentes siglos XIX y XX, han ido en la dirección de garantizar por ley una serie de condiciones dignas y convertirlas en derechos irrenunciables. Esto es, ni aun aceptado de forma teóricamente voluntaria por el trabajador, sería válido un pacto de renuncia a derechos tales como el salario mínimo, la jornada máxima, la limitación de horas extraordinarias, las vacaciones pagadas, el descanso semanal, las garantías en la contratación o en el despido, la protección del empleado menor de edad y un largo etcétera de avances sociales. Al menos hasta ahora, insisto, esa concepción era el pilar sobre el que descansaba todo nuestro Derecho Laboral.

Que la Unión Europea abandere en estos momentos, empezando por la jornada (pero estoy seguro de que, una vez sentado el precedente, la misma argumentación se aplicará a otros aspectos de la regulación laboral), la vuelta a la ley de la selva del liberalismo decimonónico en materia laboral es altamente preocupante. Y que toda la sociedad y la ciudadanía europea no se hayan puesto ya en pie con decisión ante semejante disparate, que supone un importantísimo retroceso y que acaba con siglos de esfuerzos para conseguir un marco laboral humanizado, es aún más preocupante. Si cuela esto, puede colar ya cualquier cosa. Y ahí está en juego nuestra propia dignidad, nuestro tiempo, nuestro espacio personal y familiar, nuestra calidad de vida, que es tanto como decir nuestra posibilidad de realización personal. Yo soy profesional, no soy empleado por cuenta ajena, es decir, que no me incumbe individualmente, pero no me puede ser ajeno ni indiferente el vivir en una sociedad más justa o menos justa, no puedo admitir como normal que los seres humanos vivamos exclusivamente para trabajar, que seamos sólo carburante para una maquinaria económica.

El gobierno español mantiene una postura ambigua pues, aunque nominalmente se opone, en la práctica no ha hecho lo posible para bloquear la iniciativa e incluso intenta quitar hierro al asunto, asegurando que en España no tendrá efecto práctico. ¿Seguro? Es cierto que no es nada previsible que el actual ejecutivo cambie la normativa interna en este aspecto –aparte de que no lo deseen, supondría un escándalo e implicaría un elevado coste político- y debe tenerse en cuenta que la Directiva, aun permitiendo ampliar la jornada máxima, no obligará a ello a los Estados. Pero, ¿este gobierno piensa estar en el poder eternamente? ¿O es que considera que está en condiciones de poner la mano en el fuego por todos los gobiernos que haya en el futuro, sean del signo político que sean y sean cuales sean las circunstancias socioeconómicas con las que se encuentren?

En una economía globalizada, cualquier disminución de las garantías laborales en un país cercano nos repercute, querámoslo o no: incide en la competencia y provoca a la postre deslocalización. Si en otro país las empresas encuentran mano de obra que puede trabajar legalmente 65 horas semanales sin trabas, ¿para qué van a instalar sus empresas en un Estado donde “sólo” tiene permitido trabajar 40? Esa situación es la que puede acabar afectando a nuestra economía, de manera que -igual que ahora los empresarios aprovechan la crisis para volver a pedir el abaratamiento del despido-, ante una coyuntura como la apuntada, se podría llegar a presionar para aumentar la jornada en nuestra legislación, e incluso presentarlo como una exigencia de necesaria modernización y de homologación con Europa. Pretender que nuestra realidad nacional está blindada y que la Directiva es inocua para los españoles es desconocer la realidad mundial o querer engañarnos deliberadamente.

Si yo me siento razonablemente satisfecho de vivir en Europa no es sólo, ni siquiera fundamentalmente, por su desarrollo económico. Es porque, a pesar de los muchos pesares, me siento ciudadano en un espacio de derechos que hasta ahora avanzaba. También la misma o mayor prosperidad económica existe en EE.UU., por ejemplo, y sin embargo mi preferencia por el marco europeo se debe claramente a otros factores. Habíamos sido capaces de crear un ámbito con unos derechos políticos elementales (Estados formalmente democráticos, garantistas, con sistemas judiciales mediantemente fiables, sin Guantánamos ni pena de muerte…) y con una serie de derechos sociales garantizados (salarios mínimos, jornadas máximas humanizadas, despido regulado y no libre, seguridad social…) que nos convertían, aun con todas las carencias y deficiencias que conocemos, en el espacio geopolítico socialmente más avanzado del mundo. Muy perfectible, sin duda, pero el menos malo.

Se suponía que Europa tenía ya consolidado todo esto y estaba inmersa a estas alturas en otro debate social. El de tratar de conseguir que mayor productividad no necesariamente significase mayor tiempo de permanencia en el puesto de trabajo. El de avanzar en las medidas de conciliación entre la vida laboral, personal y familiar… Y, de pronto, nos encontramos con una Directiva como ésta, que camina en sentido opuesto y que implica un retroceso social alarmante.

Por eso no es casualidad que esta lamentable norma no haya venido sola. Al mismo tiempo, ha continuado la tramitación de la otra Directiva de la vergüenza que permite el internamiento de los inmigrantes durante varios meses, sin un plazo claro para el control judicial de la medida, y que permite la deportación sin las suficientes garantías jurídicas. Y, mucho más desapercibida aún, sigue también su tramitación una tercera Directiva que posibilitará que las autoridades administrativas puedan espiar al usuario europeo de internet.

Hay fundados motivos para pensar que la Europa de los derechos sociales y las libertades está siendo seriamente cuestionada por la burocracia de Bruselas, aprovechándose de una ciudadanía falta de información y de concienciación, claramente desmovilizada, y aprovechándose de que no existen sindicatos y organizaciones cívicas o políticas que, en el marco comunitario, se muestren capaces de alzar suficientemente la voz e impulsar medidas contundentes frente a semejantes atropellos.

Yo creo que la Confederación Europea de Sindicatos debería estar ya concienciando a la opinión pública del continente, dando la voz de alarma sin sordina, desde una postura de fuerza, dialogando con todos los grupos del parlamento europeo, pidiendo negociar con las autoridades de la UE la inmediata retirada de esta medida y, en caso de no encontrar receptividad, impulsar medidas de presión de suficiente peso, sin descartar incluso una huelga general europea.

Bruselas no puede seguir pretendiendo construir el edificio de la Unión de espaldas a los ciudadanos. Pero, menos que nada, recortar conquistas sociales que nadie nos regaló y que los europeos no nos deberíamos dejar ahora arrebatar tan fácilmente.