Costa Rica (IV). Arenal y La Fortuna

A William (un amabilísimo guía naturalista del Parque Nacional del Volcán Arenal, al que era una gozada escuchar) se lo contó su abuelo. Un día oyeron cómo la montaña rugía, les entró el miedo y la familia se marchó del pueblo. Su intuición quizá les salvó la vida.

El 29 de julio de 1968, tras más de cuatro siglos dormido, el volcán Arenal despertó de nuevo. Las estruendosas explosiones dieron origen a ríos de lava que arrasaron dos pueblos, mataron a cerca de ochenta personas y a miles de cabezas de ganado. Lo que hasta ese día habían sido fértiles terrenos de cultivo se convirtió en una extensión de color ceniza.

La situación recuperó la normalidad y, aunque este volcán está todavía entre los diez más activos del mundo, se encuentra diariamente controlado.

A unos kilómetros está el Lago Arenal, un embalse construido en 1979 a partir de una pequeña laguna inicial, anegando varios de los antiguos pueblos. Ocupa más de 80 km2 y se utiliza para abastecimiento de agua y generación de energía hidroeléctrica.


Para llegar a las inmediaciones del volcán se puede acceder por varios senderos, atravesando zonas de precioso bosque tropical. Sólo ya el paseo, entre vegetación espectacular y avistando algunos curiosos animales, merece mucho la pena.






¿Qué hicimos tras encontrar este cartel? Pasar, claro.


El volcán denotaba actividad –se escuchaban fuertes retumbos cada poco tiempo- pero no podíamos ver la posible erupción porque era un día lluvioso y la niebla cubría la cumbre.


El volcán Arenal tiene unos 1.700 metros de altitud. Normalmente emite gases y vapores de agua y, en algunas ocasiones, lanza materiales piroclásticos que son los que aparecen en las fotografías más llamativas de los folletos turísticos y las postales.

Las erupciones han cambiado de dirección en varias ocasiones. Antes los hoteles se construían y anunciaban con vistas a las erupciones del volcán Arenal, pero en la actualidad la orientación de las erupciones es hacia otra cara de la montaña.


La zona de influencia del Volcán y los bosques cercanos están protegidos como Parque Nacional desde 1994.

Una curiosidad: a esta flor los naturales de allí la llaman banderita española por su colorido rojo y amarillo.



Algunos hoteles y establecimientos de estas poblaciones cuentan con piscinas que se nutren normalmente de agua de manantiales volcánicos, por lo que uno puede darse un agradable baño en aguas termales, por ejemplo las procedentes del río Tabacón.

Dentro del Parque, en término municipal de La Fortuna, se encuentra otra maravilla natural: un par de espectaculares saltos de agua. El más grande de ellos es la catarata de La Fortuna, de 70 metros de altura, que cae por un cañón de roca volcánica.

En Tortuguero me había dedicado a explorar las zonas donde los habitantes de allí me decían que se habían detectado cocodrilos (pude ver un perrito al que uno de estos reptiles le había mordido una pata) y a las horas en las que suelen descansar en la orilla de los canales, para intentar fotografiarles. Mi búsqueda fue infructuosa y, finalmente, nos tuvimos que conformar con fotografiarles ya en la zona de Arenal, en una pequeña laguna cercada que había en el complejo de un hotel y que no es, desde luego, su hábitat natural, sino que están ahí en realidad para exponerles a los visitantes.


También en los alrededores de ese establecimiento hotelero encontramos al curioso basilisco, casi mimetizado con el color de la vegetación. Este animal es otra especie de lagarto, similar a las iguanas, aunque más esbelto y con unas características crestas en su lomo.


(Fotografías del autor).

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