Elegir

La vida es elegir. Acertar o equivocarse. Y no saberlo nunca con certeza: aunque la decisión salga bien, nunca sabremos si la otra hubiera salido mejor; y si la decisión sale mal, nunca sabremos si la otra hubiera sido aún peor.

La vida es elegir, tomar caminos, optar por personas, por quehaceres, por lugares... La vida es el vértigo de no tener delante huellas que seguir (en lo personal, la experiencia ajena nunca sirve como propia), de no tener camino de retorno, de no saber qué deparaban las sendas que dejamos a un lado.

Me sorprenden las personas que tienen la certeza de que, aunque vivieran mil vidas, volverían a hacer lo mismo: a compartir su existencia con la misma persona, a dedicarse a la misma profesión… Quizá es una gran suerte tener esa sensación, una seguridad, una vocación y una plenitud que a mí me pillan lejanas.

Soy inseguro, pero no indeciso. Dudo, a veces tardo en actuar, pero no me entrego a la parálisis. Cuando he decidido, apuesto, no me arrepiento, no miro ya atrás. Pero a veces me asalta, como puro juego mental, la curiosidad de saber qué hubiera pasado si…

A ratos sueño que me gustaría tener siete vidas y tengo clarísimo que en varias de ellas no haría lo mismo que en la única que realmente tengo. Que en varias de esas vidas no sería abogado, sino periodista o escritor, o hasta político de verdad (a ver si cambias las cosas o inevitablemente las cosas te cambian a ti), o profesor, o viajero que se va buscando la vida de un lado a otro y no necesita muchos ingresos… Que en los amores hubiera probado a decir sí a personas a las que dije no, a veces porque ya estaba en otra relación. O a decir algo a personas a las que no dije nada y saber si hubiera sido sí o no. Que en algunas de esas vidas arriesgaría más, sin miedo, y a ver qué pasaba. Me gustaría, sí, vivir varias vidas o incluso ser varias personas.

La vida es elegir. Porque, además, cuando no eliges tú, la vida a menudo te atropella y elige por ti, eligen los demás o las circunstancias, y casi siempre mal. Hasta para equivocarse es mejor hacerlo uno mismo.

La vida es elegir. Acertar o equivocarse. Y no saberlo nunca con certeza. Porque aprendemos a vivir mientras vivimos.

(Fotografía: Dudas, de Hombreluz1986, de la galería de imágenes Creative Commons de Flickr).

Feliz Navidad 2009

En estos días de diciembre (entre el 21 y el 26 aproximadamente) de nuestro actual calendario, alrededor de nuestro solsticio de invierno (el día más corto y la noche más larga del año en este hemisferio), muchos pueblos de la antigüedad (entre ellos nuestros antepasados celtas e iberos), y en los más diversos lugares de la tierra, coincidían en celebrar sus fiestas en honor al sol, a veces divinizado: Helios y Apolo en Grecia, Mitra en Persia, Huitzilopochtli entre los aztecas, Inti para los incas, Frey para los germanos y escandinavos… También los romanos situaron en similares fechas las fiestas en honor de Saturno.

Aunque el nacimiento de Jesús casi con total seguridad no se produjo en invierno (según el relato evangélico, había pastores pasando la noche al aire libre con sus rebaños y el cielo estaba estrellado), el cristianismo, siguiendo su costumbre de adaptar, absorber y así neutralizar ritos paganos muy enraizados, acabó declarando, a partir del siglo IV, el 25 de diciembre como la fiesta de la natividad de Cristo.

Plagada de tradiciones de lo más diverso en cada lugar, pero con el fondo compartido de un mensaje universal de paz y de amor, la Navidad se fue consolidando como una fiesta común a buena parte del mundo y así ha llegado hasta nuestros días.

Quienes me conocen de cerca, saben de sobra lo poco navideño que soy en cuanto a lo externo, me han escuchado despotricar mil veces contra las actuales navidades y me han visto huír en los últimos años hacia otros países. No me gustan la mayoría de los villancicos, ni las panderetas, ni los que piden el aguinaldo, ni los reportajes sobre los ganadores de la lotería, ni los estereotipos de la publicidad, ni la lombarda, ni el mazapán, ni el champán…, no tengo interés por el discurso del rey, ni por los especiales de la tele, ni por el anuncio de Freixenet, el Cuento de Dickens ya me cansó, hace tiempo que no empiezo el año atragantándome con doce uvas, me dan grima los adornos navideños, me parece obsceno -tal y como está el patio- lo que se gastan aquí en una exageradísima iluminación navideña de las ciudades, y me revuelve las tripas la hipocresía de los supuestos buenos deseos de entidades a las que resultas completamente indiferente, o de personas que el resto del año te pisarían el cuello si te dejaras. Esto, por no seguir con una lista interminable.

Pero también, cuando surgieron los primeros iconoclastas contemporáneos dispuestos a extirpar belenes y estrellas y, con ello, cosas más profundas, me escucharon cambiar el discurso y hacerme fuerte junto al nacimiento. No pasarán. Contra la Navidad vivía mejor, podría bromear.

Y es que, a mí, en realidad, costumbres anecdóticas aparte, no me molesta la Navidad por su significado, sino por lo contrario: porque se ha ido desproveyendo de cualquier significado o, lo que es aún peor, llegando a encarnar lo contrario de lo que se supone que le dio origen. No consigo tomar como aceptable que el nacimiento de Jesús de Nazaret, un símbolo, entre otras cosas, de la austeridad como actitud vital, se celebre en la actualidad con un impresionante despliegue consumista. Es un contrasentido tan absurdo como si el aniversario de Teresa de Calcula lo festejásemos con una orgía sexual o el aniversario del Che Guevara lo conmemorásemos con un banquete de lujo para privilegiados. Una pura incoherencia. No le encuentro el menor sentido a que, en la hipotética celebración del nacimiento de Cristo, de lo que se hable sea del precio del cordero y de los langostinos. Lo siento, pero, aunque me hayan salido algunas canas, dentro de mí sigue habitando ese mismo niño rebelde, observador y preguntón, que continúa negándose a tomar como normal lo que no le parece normal.

El Jesús de la tradición es el Dios que decide encarnarse en la historia y hacerse hombre con los hombres. El que nace en un establo, en la familia humilde de un carpintero y una joven hebrea. El que sabe compartir la alegría y multiplicar el vino en la celebración con su gente. El que sabe buscar su soledad y su reflexión en el desierto. El que llora ante la muerte del amigo. El que salva la vida a la mujer adúltera haciendo a los demás volver la mirada hacia sí mismos. El que se rodea de gente de a pie y de excluidos, el que no rehúye a los leprosos, ni a los paralíticos, ni a los publicanos, ni a las prostitutas… El que proclama la buena nueva para los pobres, los hambrientos, los enfermos, los que sufren. El que expulsa a los mercaderes del templo. El que asegura que a cada día le basta con su afán. El que dice que las normas deben estar hechas para el hombre y no el hombre para las normas, que la ley ética no estará ya escrita en tablas sino que cada cual la llevará en su conciencia y su corazón. El que habla de compartir, de perdonar, de la autenticidad personal, del reino de la justicia…El que proclama como nuevo mandamiento el amor a los demás. El que muere ajusticiado por blasfemo, en medio de dos ladrones. El que había asegurando que la vida podía vencer a la muerte. Un mensaje revolucionario en la sociedad de su tiempo, que, a veces para mal y a veces para bien, cambió la historia y transformó el mundo. Una figura que, dos milenios después, sigue siendo, como dice el filósofo José Antonio Marina, Patrimonio Espiritual de la Humanidad.

Y, ahora, con ese relato, haga cada uno lo que quiera. Vívalo desde la fe el que así lo sienta y lo crea. Y acéptelo el que no como una leyenda, como un mito, como esas historias de los pueblos indígenas que quizá ya pocos creen a pies juntillas como sus antepasados, pero que todo el mundo respeta como un rico legado que dice mucho de su identidad colectiva y de su cosmovisión. Querer prescindir de ese componente cultural de nuestra civilización me parece de una ceguera impresionante.

De ahí, nace una visión del hombre, de la libertad, de la dignidad, que, tamizada luego tras un sanísimo e intenso baño de laicidad (que otras creencias no han permitido y de ahí su falta de evolución), es la semilla que ha generado el espacio geopolítico más avanzado del planeta en los conceptos jurídico-sociales y en los derechos humanos, un espacio donde (a diferencia de otras amplias zonas del mundo, no lo olvidemos) no impera ya la ley del Talión, un espacio donde (a diferencia de otras amplias zonas del mundo, insisto en esa realidad) la mujer va consiguiendo a pulso su espacio y no tiene que ocultar su rostro… y así decenas y decenas de ejemplos.

Me siento tan lejos de los impositores de crucifijos como de los proscriptores de belenes. Lejos de los que quieren que, por sus cojones, un espacio educativo de carácter público esté presidido por su símbolo religioso, vaya usted a saber por qué, para qué y con qué sentido. Pero lejos también de los que quieren eliminar cualquier resquicio de historia, de espiritualidad, de cultura, de tradición, de los valores que no les gustan. Cierto es que tienen una ardua y larguísima tarea: desde modificar la numeración de los años para que no nos acordemos desde cuándo los contamos hasta cambiar de nombre al domingo, desde modificar la denominación de la Cruz Roja hasta llamar de otra forma a los Sanfermines, desde desmontar catedrales hasta descolgar cuadros de los museos… Ganas no les faltan, pero no sé si la realidad de siglos se puede borrar tan fácilmente.

Y, sobre todo, ¿para sustituirla por qué? Porque, frente a las viejas creencias y valores de nuestros padres y abuelos, todo lo ingenuos que se quiera, lo que ahora se nos ofrece como alternativa es el modelo del todo vale, la sociedad hedonista, el materialismo, la acumulación sin esfuerzo y sin escrúpulos, la ostentación… Nada nuevo bajo el sol: es la adoración del becerro de oro, ahora transformado en marcas de ropa o en grandes vehículos, entre otras apariencias.

Entiendo que la antipatía hacia lo cristiano a veces está producida por una justificadísima aversión a las Iglesias establecidas. Históricamente, en nombre de todos los dioses se han hecho barbaridades que los mismos dioses hubieran condenado. Las jerarquías de las iglesias actuales se parecen a su pretendido modelo, Jesús de Nazaret, como un huevo a una castaña. Podrían reconocerse mucho mejor en la casta sacerdotal de su tiempo, a la que Jesús tanto fustigó. Pero el cristianismo, como sustrato cultural y de pensamiento en el que se cimenta buena parte de nuestra identidad, no tiene mucho que ver con las confesiones organizadas. Con ellas o contra ellas, es parte –irrenunciable, creo yo- de la realidad en la que hemos nacido y en la que vivimos.

No estoy hablando estrictamente de religión. Hablo de valores, de concepciones. De esos valores elementales, sociales, culturales, que nos caracterizan y que deberían estar representados en nuestras tradiciones, si quisiéramos de verdad dar a éstas algún sentido que no fuera puramente comercial.

Por eso, por su autenticidad sin adornos, me gustó tanto mi entrañable cena de navidad del año pasado. En Buenos Aires, sin iluminaciones estridentes, sin el mantel de los días especiales, sin cumplidos, sin ceremonias y sin lujos. En un pequeño y modesto apartamento, casi improvisando la comida, echándonos unas risas, con dos personas a las que quiero y teniendo a tiro de piedra (de teléfono, de correo electrónico, de recuerdo o de buenos deseos) al resto de mi gente. Celebrando, como decía por entonces, que un año más estamos juntos.

Estos días es Navidad, el solsticio de invierno de nuestros antepasados más remotos, la celebración de la esperanza de nuestros antepasados más cercanos. La fiesta del sol, de la luz, de la vida. Ese mensaje universal de paz y de amor al que antes hacía referencia. Una tradición, un símbolo milenario, algo que nos une por encima de creencias y de descreencias. Si ustedes prefieren no celebrarlo porque sienten que sus fiestas son otras y su cultura diferente, están en su derecho, claro que sí, defiéndanlo. Si quieren celebrarlo como se nos propone, como la fiesta del consumo, de la cena opípara y del regalo obligatorio y por cumplir, allá ustedes. Si deciden celebrarlo desde su fe personal, a pesar de tanto político coñazo empeñado no en una aconfesionalidad respetuosa sino en un laicismo beligerante, les felicito por su coherencia. Y si deciden simplemente festejar la vida, compartida con la gente a la que quieren, mi más calurosa enhorabuena.

A todos y todas, feliz Navidad.


(Ilustración: Navidad, pintura de Goyo Domínguez)

El secreto de sus ojos


Hay pocos directores de cine de los que me guste todo lo que he visto. Me ha pasado hasta el momento, por ejemplo, con Alejandro Amenábar (Tesis, Abre los ojos, Los otros, Mar adentro…, aunque no he visto todavía Ágora). También con Fernando León de Aranoa (Familia, Princesas, Los lunes al sol…).

Otro de esos directores con los que siempre tengo sensación de acertar cuando voy al cine es el argentino Juan José Campanella: El mismo amor, la misma lluvia, El hijo de la novia y Luna de Avellaneda están entre mis películas favoritas.

En general, una parte del cine argentino viene demostrando que, sin contar ni de lejos con los recursos de Hollywood se puede obtener, sin embargo, un producto más que digno y de calidad. Y en ello, sobresale Campanella.

En sus trabajos, suele articular un planteamiento moral: el retrato de quien apuesta por sus principios, que por lo general resulta socialmente perdedor y se queda sólo con la íntima satisfacción de haber sido fiel a sí mismo. Y construye siempre la trama sobre dos pilares, el de la emotividad y los sentimientos, por un lado, y el del ingenio y el buen humor, por otro. Quizá por todo eso me gusta, porque con esos ingredientes, con los que tan identificado me siento, cualquier receta que cocine siempre será de mi gusto. Pero es que, por si fuera poco, Campanella realiza sus filmes con buen gusto y buen oficio: lo visual, la interpretación y los diálogos son siempre de gourmet.

El secreto de sus ojos es un ejemplo de ello. Si tuviera que decir algo sobre ella les aseguraría sencillamente que, para mí, esto es el cine. Así, sin más. Palabra, imagen, interpretación.... Y esta envolvente película tiene todo. Tanto que la trama –en esta ocasión semipolicíaca- incluso me parece lo de menos, casi casi una excusa si me apuran, para escenificar lo que importa: el afán de justicia, la lealtad, las relaciones humanas... Sí me quedo con otra de las historias que está, aparentemente en segundo plano: el amor, las decisiones y las indecisiones, lo que pudo haber sido y no fue, las segundas oportunidades... Pero, sobre todo, me quedo con los diálogos chispeantes, deliciosos. Con los planos cuidadísimos, siempre sugerentes. Y con una interpretación sensacional.

Darín, sobresaliente, como es habitual. Con la actriz y cantante Soledad Villamil ni siquiera puedo ser objetivo, a mí me gusta desde que aparece en pantalla. Pero la grata sorpresa esta vez fue un Guillermo Francella colosal: la caracterización, el personaje, las frases, los gestos…

Hay escenas fantásticas. Desde el punto de vista cinematográfico, la secuencia del estadio de fútbol, con una mezcla de imágenes reales y recreación virtual, logradísima. Y, entre las destacables por diálogo e interpretación, yo me acuerdo ahora de una impagable, la del Juez echando la bronca a los dos funcionarios, Benjamín Expósito (Darín) y Pablo Sandoval (Francella), por una pifia investigadora que llevan a cabo sin su consentimiento. Y, sobre todo, de otra absolutamente memorable, cuando Sandoval, con la ayuda de un cliente del bar erudito en fútbol, desentraña algunos datos de unas cartas con esta reflexión: un tipo puede cambiar de casa, de trabajo, de ideología, de religión… pero hay algo que no puede cambiar, no puede cambiar de pasión.

Si yo votara en los Óscar, ni lo dudaría. No les cuento más. Háganme caso, no se la pierdan.

La buena gente

A Luci y su familia.


Hace unos meses, alguien me aseguraba que la transmisión de valores en los núcleos familiares estaba muy directamente relacionada con el nivel formativo y cultural de los padres. Y yo disentía de que existiera una identificación tan directa. Es cierto que ese nivel te permite definir mejor esos valores, explicitarlos… pero la relación me parece que no es tan lineal ni tan simple como mi interlocutor pretendía. Conozco gente poco instruida que, aunque no sepa explicar las cosas con elocuencia, vive y transmite en la práctica valores encomiables, y también sé de personas con mayor nivel formativo que son auténticos miserables desde el punto de vista de los valores humanos.

Me acordaba yo ese día de algunas familias de mi pueblo –para empezar, de mis padres-, pero en particular me vino especialmente una a la cabeza, a la que conozco desde mi infancia, que para mí refutaba claramente con los hechos cotidianos la afirmación de mi interlocutor. Una familia normal, humilde, donde los padres apenas había podido tener acceso a una formación elemental… Sin embargo, sus objetivos vitales no los fijaron en hacer ostentación de grandes casas o grandes coches, sino en conseguir el mejor futuro posible para sus hijos. Y les transmitieron, con palabras sencillas y, fundamentalmente, con el ejemplo cotidiano, esos valores de la honestidad y de la superación.

Hace unos días moría inesperadamente la madre. Hice encaje de bolillos con las citas profesionales para poder escaparme al pueblo, acompañar esa tarde a sus hijos y nietos y darles un abrazo. Y mientras iba caminando al cementerio, recordaba a esa mujer que te hablaba siempre de sus hijos con evidente cariño y legítimo orgullo. Y pensaba que también ellos tenían razones para sentirse orgullosos del legado que recibieron: el de alguien que tendría sus virtudes y sus defectos, que haría cosas bien y cosas mal, pero que, sobre todo, no cabe duda de que -como decía yo en la entrada que dediqué a mi padre- les enseñó a ser buenas personas.

En una sociedad que entroniza -con los hechos y con las referencias cotidianas que se nos proponen- el cinismo, la fama sin méritos, la ausencia de escrúpulos, la competitividad desmedida, la picaresca, el enriquecimiento rápido y a cualquier precio, la ostentación, la apariencia… cada vez me gusta más la buena gente. Las personas que nunca tendrán protagonismo mediático, pero que han abrazado durante toda su vida conceptos tan en desuso como la autenticidad, la buena educación, la honradez, el esfuerzo, el respeto o el hacer el bien.

Ésa es la verdadera nobleza. No se plasma en pergaminos ni en títulos aristocráticos. Pero a veces, sólo a veces, también resulta ser hereditaria.
(Fotografía: Fire, exclamation mark, de Naero, de la galería de imágenes Creative Commons de Flickr).

Tarde de poesía y amistad

El sábado 24 de octubre asistí a la presentación en Madrid de Hambre de vida, el último poemario de Laura Fernández-MacGregor Maza que esta escritora mexicana está dando a conocer en Europa. El volumen, además de la edición impresa, contiene un CD con los textos recitados por la propia autora.

Laura, educadora, apasionada de la lectura y el arte, tiene publicados en México cinco libros de poesía y uno de narrativa breve, y en proyecto una comedia musical. Confieso que no conocía hasta ahora la obra de esta autora, que leeré con interés tras asistir a este evento.

La presentación tuvo lugar en un acogedor y recomendable restaurante, Mestizo, en la calle Recoletos de Madrid (no confundir con el paseo de Recoletos, como nos pasó a dos pringados esa misma tarde, por cierto...).

Acudí al acto por invitación de la persona que había coordinado su organización, mi amiga Virginia Fermoselle, periodista, una gran amante de la literatura y alma máter de la firma Diglosia. Hay muchas personas que organizan eventos con fría eficacia, pero Vir aporta valores añadidos: su interés por la cultura y esa sensibilidad que le lleva a cuidar cada detalle, hasta dar una calidez singular al acto.

Los versos de Laura sobre el amor, la muerte y la vida -como las tres heridas de Miguel Hernández- llegaron al público en las voces del poeta Diego Valverde Villena, actual director de la Feria del Libro de Valladolid, y de la joven actriz Marta Benvenuty, que tiene ya en su haber un buen puñado de interpretaciones destacables en la escena madrileña. Al alimón nos obsequiaron con una magnífica declamación de los poemas de Hambre de vida, acompañados por Julio al piano.

Luego, se hizo entrega a Laura de un cuadro –El diván-que recrea un pasaje de El abanico, uno de los poemas del libro que se presentaba esa tarde. De esa obra pictórica es autor Borja Leonardo, oscense afincado en Barcelona, arquitecto y estudioso de Bellas Artes, que se inició en la pintura desde niño y que ha participado en varias exposiciones y colaborado como ilustrador en revistas culturales.

En el cóctel tuve ocasión de departir brevemente con José Gárate, Presidente de la Fundación Castilnovo, que promueve la amistad hispano-mexicana, y con quien quedamos emplazados para una próxima comida. Y compartí vino y animada charla con escritores, periodistas y otros amigos.

Pero para mí una de las gozadas de la tarde, sin duda, fue tener ocasión de conocer y saludar a Roberto Alifano, que intervino en la presentación. (Precisamente con él aparezco en la foto, junto con Virginia y con Francisco Javier Redondo Jordán, bloguero, escritor a punto de editar sus primeras obras y webmaster de sanchezdrago.com). Alifano, persona muy interesante y afectuosa, es autor de una docena de poemarios, una extensa obra que se inició en 1967 con De sueños y caminantes hasta llegar en 2006 a Cantos al amor maravilloso. En Chile trató a Pablo Neruda y fue el encargado, recién depuesto Allende, de pronunciar las palabras de despedida en el entierro del poeta, por lo que fue detenido y expulsado del país por los golpistas. En su Argentina natal, Alifano se convirtió durante una década en la mano derecha y los ojos de Jorge Luis Borges y, fruto de esa colaboración profesional, vieron la luz, entre otros muchos trabajos, traducciones de Robert Louis Stevenson, Herman Hesse y Lewis Carroll. Sobre la obra y el perfil personal del gran autor argentino ha publicado varios volúmenes, entre ellos Conversaciones con Borges, Borges, biografía verbal y El humor de Borges. Colaborador habitual de prensa americana y europea, con varios premios literarios y distinciones en su haber, Roberto es el actual secretario de la Sociedad Argentina de Escritores y, desde 1988, dirige la prestigiosa revista Proa, fundada precisamente por Jorge Luis Borges en 1922. A pesar de toda esta trayectoria que resumo, Roberto es hombre sencillo y sumamente accesible, sin rastro alguno de divismo. Fue un placer compartir con él cerveza, grata conversación ¡…y hasta alguna milonga borgiana! Brindo desde ahora por un reencuentro.

(Fotografías: Sonne)

Galeano en Madrid

“Pensé que conocía unas cuantas historias buenas para contar a los demás, y descubrí, o confirmé, que escribir era lo mío (…). Aquella noche me di cuenta de que yo era un cazador de palabras. Para eso había nacido”.
Eduardo Galeano sabe utilizar como pocos la magia de la palabra.

Sabe capturar historias. Historias que están en la memoria de la gente o que surgen mirando alrededor, la calle, los campos, los países, las personas. Sabe ponerlas luego negro sobre blanco. Y devolvérnoslas contadas con sus palabras, de forma tal que nos divierten, nos hacen pensar, nos conmueven.

Galeano escapa de cualquier género. Lo que escribe es todo: ensayo, narrativa, poesía… a la vez.

La primera vez que leí sus textos me deslumbró y desde entonces no ha dejado de acompañarme. Con él aprendí que, por más que el horizonte siempre se aleje, la utopía sirve para caminar. Que visto desde arriba el mundo es un mar de fueguitos. Que necesitamos personas que nos enseñen a mirar. Que la imaginación nos salva. Que los nadies sí existen. Que podemos reclamar el derecho al delirio.

Eduardo Galeano vino a Madrid el mes pasado y el 14 de octubre acudí al Auditorio Marcelino Camacho a escucharle. El escritor primero leyó una selección de sus textos y después conversó con el público, contestando algunas de las preguntas previamente recogidas.

Ya me fascina, de entrada, que la rebeldía frente a la injusticia pero desde la poesía y la sensibilidad sea capaz de llenar un local con tan enorme capacidad. Después, es toda una experiencia disfrutar de la voz cálida y la lucidez de este escritor uruguayo que mezcla la lírica y la épica, que aúna la denuncia y la ternura.
Por aquí les dejo el video completo de la presentación, por si a alguien le apetece verlo. Galeano adaptó mucho la selección de textos a lo que él creía que podía encajar en el foro al que había sido invitado, el Ateneo Cultural 1º de mayo de CC.OO. de Madrid. (Posiblemente supondrá que los sindicatos españoles de Méndez y Toxo siguen siendo de verdad sindicatos, como en la época de Redondo y Camacho. O sea, de los que existen en otras partes del mundo para defender a los trabajadores y no para que el presidente del gobierno les diga que nunca olvidará que se hayan quedado callados mientras centenares de miles de personas perdían su empleo y que ellos, además, le aplaudan encantados...). A pesar de todo y muy por encima de esto, siempre merece la pena escuchar a Eduardo Galeano. (Por cierto y como curiosidad, en un barrido que hacen antes del comienzo se me ve entre el público, aunque está muy oscuro. Estoy en el extremo de una fila del lado derecho, con mi amiga Virginia).
(Fotografías del autor).

De risas...

Afortunadamente luego cambió mi suerte, pero a priori aquella semana se presentaba un tanto oscura y necesitaba evadirme para no pensar demasiado. Así que me prescribí a mí mismo salir todos los días y acudir al menos a un par de espectáculos de humor. El 19 de octubre fui con Marisol, Gonzalo, Noelia y Ricardo, a ver a Luis Piedrahita en la Sala Galileo. Y luego, el jueves 22, con Txati, Isa, Tere y Fernando, a ver a Les Luthiers en el Palacio Municipal de Congresos.

El polifacético e ingenioso Luis Piedrahita es humorista, mago, guionista, director de cine, escritor… Saltó a la fama tras ganar el I Concurso de Monólogos de El Club de la Comedia y desde entonces no ha parado. Es uno de los colaboradores habituales de Pablo Motos, primero en el espacio radiofónico No somos nadie y luego en el programa de televisión El Hormiguero. En el terreno del humor, se ha especializado en divertidos monólogos sobre las pequeñas cosas (tales como los bombones, los juegos de mesa, las bolas de navidad, las pilas...). Como suele ocurrir, además en vivo y en directo gana, así que nos reímos casi sin parar durante hora y media. Aquí les dejo una de sus disertaciones, sobre los juguetes de playa. No se pierdan el glorioso final, las frases más típicas de una madre: les sonarán familiares, seguro. 

 
Desde el otro lado del Atlántico llegaron a España de nuevo, con el mismo éxito de público que siempre les acompaña, Les Luthiers, unos monstruos de la escena que llevan más de cuarenta años haciendo reír a varias generaciones, con casi dos centenares de canciones, más de treinta espectáculos y una decena de discos.

En la función que han estado representando hasta hace poco en Madrid, Los Premios Mastropiero, estos argentinos geniales vuelven a desplegar sobre el escenario las armas habituales con las que componen su humor inteligente: la capacidad interpretativa, el ingenio en las canciones y los textos, los recursos gestuales, los juegos de palabras... A mí me parece que la excusa utilizada en esta ocasión como conductora del espectáculo –una entrega de premios similar a los Óscar de Hollywood- da menos juego, pero aun así el resultado es divertido y siempre merece la pena verles. Y, por cierto, el bis final, muy en la línea de espectáculos anteriores, fantástico.

Uno de los momentos más delirantes de la función es esta interpretación que Daniel Ravinovich hace del bolero Ya no te amo, Raúl (…¿o debería decir Raúla?). 

Recordando a Antonio Vega

La Sala Clamores programó el pasado 29 de septiembre un concierto de homenaje a Antonio Vega, recientemente fallecido y al que recordé aquí en una entrada anterior. Confieso que pensé –mal- que el homenaje sería simplemente una excusa comercial por parte del local. A pesar de ello decidí acudir a disfrutar de una noche de buena música, acompañado de amigos –Esther, Maite, Carlos C. y, a última hora, Virginia-. Por fortuna, me equivoqué y encontré algo más que lo que esperaba.

Clamores era un lugar especial para Antonio y para sus seguidores, la sala donde actuaba habitualmente en Madrid y donde yo fui a verle y escucharle con frecuencia. Ya se sabe lo particular que era Antonio: tenía días mejores y días peores, de inspiración, de voz o de talante..., pero siempre, siempre, dejó sobre el escenario retazos de su capacidad creativa, de la sensibilidad de sus letras y su música, la magia de su enorme talento.

La recaudación de este concierto se destinó a la ONG que lleva el nombre de la que fue compañera sentimental de Antonio Vega, también fallecida, la Fundación Margarita del Río, que impulsa una serie de proyectos educativos en Nicaragua. Entre el público, estaban familiares, amigos y compañeros de Antonio.

Sobre el escenario, la banda que le acompañó allí mismo tantas noches recreó los temas más célebres de su repertorio. Luego subieron a interpretar también algunas de sus canciones compañeros suyos como Nacho García Vega, Álvaro Urquijo, Carlos Vega, Rebeca Jiménez, Quique González, Vicky Castelo, Tontxu, Cristina Narea y otros cuantos, que nos hicieron disfrutar de una excelente selección, tanto de la época de Nacha Pop como de su etapa en solitario.

Cuando llegó el final, no cabía duda de qué canción era la que correspondía como cierre de la noche. Yo pensaba que iban a subir entonces todos los músicos que habían intervenido, a interpretarla juntos. Pero pasó algo mucho mejor. Sobre el escenario, la foto de Antonio y un micrófono vacío. Uno de los miembros de su banda dijo una de las frases habituales con las que Antonio animó allí a los presentes a cantar muchas noches. Y comenzaron los acordes de la Chica de Ayer. Todo el público puesto en pie cantó completa la canción, con la música de la banda de Antonio Vega. Sonó realmente hermosa. Fue un momento emotivo, donde muchas voces juntas hicieron suya una voz ausente, a través de una obra que no muere.

Este video doméstico recoge un fragmento de El sitio de mi recreo interpretado por Antonio Vega nueve meses antes en el mismo escenario donde se desarrolló este homenaje:

Espinete no existe


Regresa a la escena madrileña Espinete no existe, que alcanza ya su cuarta temporada. Yo fui a verla el año pasado y es un entretenimiento muy recomendable.

Eduardo Aldán, actor y monologuista, al que algunos recordarán por sus intervenciones en el concurso Un, dos tres –aparecía en la subasta y hablaba muy rápido- es el alma mater de este espectáculo de humor y nostalgia.

Eduardo consigue trasladarnos a nuestra infancia (a varias generaciones de espectadores, porque yo creo que hay referencias desde mediados de los años setenta hasta casi los noventa) y hacernos reír. No son poco ambas cosas.

Es un texto ingenioso, donde fundamentalmente reina el buen humor aunque intercala algún toque de ternura. Si les apetece recordar y divertirse, no lo duden y vayan a verlo, lo pasarán bien.

Cantantes de mi infancia

He dedicado ya en este blog varias entradas a cantantes lamentablemente fallecidos –Joan Baptista Humet, Antonio Vega, Mercedes Sosa- cuya trayectoria musical había seguido con interés y admiración. Autores o intérpretes cuya obra coincide con mis gustos musicales, nombres que han tenido significación para mí.

Pero están luego esos otros cantantes cuyas creaciones o interpretaciones no están entre lo que escucho habitualmente ni se corresponden con lo que realmente me gusta, pero que, cuando fallecen, uno de pronto recuerda que sus canciones estuvieron ocasional e inevitablemente presentes en algún momento de su vida.

Luis Aguilé, cantante argentino afincado en España, era autor de muchas canciones ligeras que a mí no me llaman la atención en absoluto, como La Chatunga, Juanita Banana, El Tío Calambres y cosas así. Pero de niño me gustaba ver su programa El Hotel de las mil y una estrellas, supongo que porque me resultaría entretenido o curioso para mi mentalidad de entonces. Siempre lo recuerdo como uno de los personajes más parodiados de la época: desde Fernando Esteso hasta Martes y Trece, todos cayeron en la tentación de colocarse unas gafas, un sombrero y unas corbatas gigantescas para imitar su peculiar estilo. Con todo, alguna de sus canciones más livianas –por ejemplo, Es una lata el trabajar-, aun cuando carezca de pretensiones, suena simpática y me parece que no tiene nada que envidiar a algunos temas que se entronizan hoy como reyes del verano de forma machacante y son de mucho peor gusto y calidad. En Madrid coincidí una vez con él en un homenaje a Eva Perón y tuve oportunidad de saludarle brevemente. Pero sí hay que recordar que Luis Aguilé es autor de una canción muy sencilla que, sin embargo, sí forma parte de la memoria de casi todo el mundo y que para algunas personas es casi un himno: la emotiva Cuando salí de Cuba:

Nunca podré morirme,
mi corazón no lo tengo aquí…


Y también ha muerto hace unos días Basilio. ¿Se acuerda alguien de él? Mucho menos conocido hoy, este cantante panameño disfrutó de cierto éxito en nuestro país en los años setenta. A mí en aquel entonces me gustaba su Cisne cuello negro, cuyo mensaje suena a alegato contra la segregación racial:

No hay un mundo negro y un mundo blanco.
Hay un mundo inmenso que hay que cuidarlo.
(…)
No hay quejido negro, ni canto blanco,
hay solamente quejido y canto.

Y ya que estoy de revival y traigo ahora estos nombres, sería injusto no acordarme de Mari Trini, que falleció ya hace meses y sobre la que entonces no escribí nada. Era un estilo que tampoco acababa de estar del todo entre mis preferencias pero, ciertamente, Mari Trini era una autora y cantante de indudable calidad y tiene algunos temas dignos de mención como Ayúdala, Te amaré, te amo y te querré, Una estrella en mi jardín y, sobre todo, Amores:

Quién no escribio un poema
huyendo de la soledad,
quién a los quince años
no dejó su cuerpo abrazar...

Blog action day: contra el cambio climático

El Blog Action Day 2009 está dedicado a la sensibilización contra el cambio climático. Quienes me leen ya saben a estas alturas que yo soy de letras y un tanto ignorante, así que lo poquito que sé sobre este asunto lo he aprendido escuchando y leyendo. Hay, por ejemplo, un libro, La Tierra herida, que recoge conversaciones entre el escritor Miguel Delibes y su hijo, el biólogo Miguel Delibes de Castro, donde se explica este fenómeno de forma muy sencilla y directa, de manera que lo entiendo hasta yo.

En España, Coalición Clima agrupa a más de treinta organizaciones ecologistas, sindicales, de cooperación al desarrollo, etc. que consideran que "el cambio climático es uno de los mayores retos a los que se enfrenta la humanidad a corto plazo" y que "es uno de los que de manera más intensa amenaza las posibilidades de alcanzar un desarrollo humano y sostenible".

Así que, como yo no podría opinar sobre la materia, les doy voz a ellos y reflejo aquí su decálogo de propuestas:

"1.- Contribuir a la reducción de las emisiones globales de CO2. El consenso científico señala que es imprescindible mantener los incrementos de temperatura por debajo del 'límite de seguridad' de 2º C respecto a los niveles preindustriales para evitar cambios climáticos rápidos, abruptos y no lineales que tendrían consecuencias desastrosas sobre la ecología, la economía y la sociedad. Para no superarlo, los niveles de emisiones globales deben comenzar a disminuir antes de 2015 y reducirse en más del 80% respecto a los niveles de 1990 en el 2050. Coalición Clima pide al Gobierno español que defienda en las negociaciones el establecimiento de límites de emisiones de gases de efecto invernadero obligatorios para los países industrializados, que permitan mediante medidas internas la reducción de las emisiones de al menos un 30% para 2020 y de un 80% para 2050, respecto de los niveles de 1990.
2.- Reducir las emisiones nacionales de CO2. Coalición Clima exige que se establezca para España objetivos concretos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, de obligado cumplimiento para el año 2020, que en ningún caso podrán suponer objetivos menos ambiciosos que los establecidos por el protocolo de Kyoto.
3.- Ayudar a la adaptación al cambio climático de los más pobres. Quienes menos responsabilidad tienen en las emisiones contaminantes son quienes más duramente están sufriendo las consecuencias presentes del cambio climático. Desde Coalición Clima pedimos que España defienda en los procesos de negociación la inclusión de las políticas de adaptación como un pilar fundamental de la acción contra el cambio climático.
4.- Comprometerse con un desarrollo con bajas emisiones de carbono. El primer paso es un cambio radical del modelo energético, dejando atrás las opciones obsoletas y contaminantes, y apostando decididamente por el ahorro, la eficiencia, las energías renovables y la equidad.
5.- Promover el ahorro y la eficiencia energética. Coalición Clima propone una Ley de Ahorro y Eficiencia energética que contemple un compromiso de reducción mínima de energía primaria del 20% en 2020 con respecto a 2005.
6.- Promover un sistema basado en energías renovables. Coalición Clima considera que los combustibles fósiles son la causa principal del cambio climático y junto con la energía nuclear suponen el mayor obstáculo para el desarrollo de un modelo energético sostenible. Coalición Clima pide al Gobierno que en la planificación energética contemple el objetivo de que las energías renovables cubran el 50% de la producción de electricidad en 2020 y el 100% en 2050.
7. Posibilitar elegir electricidad de origen renovable. Para que sean competitivas es imprescindible la internalización de todos los costes ambientales en el precio de la energía, eliminando las subvenciones al carbón que todavía existen, o la no internalización de costes de la energía nuclear.
8.- Transporte y movilidad sostenible. Las emisiones del transporte han aumentado un 97% en 2007 respecto de 1990. Es imprescindible que nuestra movilidad cotidiana deje de estar basada en el vehículo particular. Para ello son necesarios cambios en el modelo de ordenación territorial y urbanismo que se ha venido desarrollando en los últimos años. Coalición Clima pide al gobierno una ley de movilidad sostenible.
9.- Transición hacia el 'empleo verde'. Las medidas de reducción de emisiones suponen importantes y nuevas oportunidades de empleo más cualificado en algunos sectores –energías renovables- que deben potenciarse. La lucha contra el cambio climático también puede significar pérdidas de empleo en otros sectores industriales que deban reestructurarse. Para estos sectores pedimos que se impulsen medidas de 'transición justa'. Estas medidas deberían adoptarse también para paliar los efectos negativos que el cambio climático puede tener en el empleo de diversos sectores productivos (agricultura, turismo, pesca…) y en zonas especialmente vulnerables al mismo.
10.- Reducir la huella ecológica. Un mundo con límites a las emisiones de carbono requiere de quienes vivimos más allá de nuestras posibilidades ecológicas, consumir menos y de otra manera, lo que, además, se traduciría en una mejora de nuestra calidad de vida y bienestar. Hay que romper la ilusión de que al bienestar se accede con un nivel de consumo siempre creciente de bienes y servicios y proponer una mayor responsabilidad medioambiental y social en todos los ámbitos de consumo."

Duerme, duerme, Negrita...

Si se calla el cantor
calla la vida
 
-Horacio Guarany-
El viernes por la tarde, sin saber por qué, me vino a la cabeza la canción La Maza, de Silvio Rodríguez (Si no creyera en la locura… si no creyera en la esperanza… si no creyera en mi camino…), pero específicamente la versión cantada por Mercedes Sosa. Y tuve el impulso en ese momento de compartirla con amigos. Quienes vieron el video, debieron de pensar que era mi recuerdo a una persona que en ese momento se debatía entre la vida y la muerte. Pero yo no tenía ni la menor idea. Cuando llegué esa noche a casa, leí en un periódico que Mercedes estaba muy grave y tuve ese escalofrío de lo inexplicable: las intuiciones, los pálpitos, las comunicaciones intangibles, las “casualidades”… Hoy ha muerto La Negra Mercedes Sosa.

Desde la primera vez que la escuché en mi vida, me ganó esa fuerza, esa voz vigorosa que hoy se ha apagado. Han sido más de dos décadas en las que sus canciones -como las de otros artistas- han hecho compañía a mis amores, a mis alegrías, a mis penas, a mis rebeldías… Desde que, siendo estudiante, tuve que ahorrar de mi paga semanal para poder comprarme el primer cassette, hasta ese último CD comprado en Argentina en enero pasado, titulado Treinta Años y con una magnífica recopilación de su repertorio: La Maza, María María, Gracias a la vida, Todo cambia, Sólo le pido a Dios, Canción con todos, Años, Alfonsina y el mar, Unicornio, Hermano dame tu mano, Como la cigarra, Si se calla el cantor, Duerme negrito, Dale alegría a mi corazón…

Mercedes no tenía ese vacuo glamour de las estrellas prefabricadas, poseía la elegancia humana de los sencillos, la autenticidad personal. Y una voz caudalosa que cantaba los dolores y las esperanzas de todo un continente.

Esta mañana su familia –su hijo, sus nietos, sus hermanos, sus sobrinos-, decían en un comunicado: “Lo que más feliz le hacía a Mercedes era cantar. Y seguramente ella hubiera querido cantarles también en este final. De modo que así queremos recordarla y así les invitamos a hacerlo con nosotros”. Así la recuerdo yo hoy: cantando.



Alicia de Larrocha

En casi todo el mundo, hablar de piano hace que, inevitablemente, se cite su nombre. Ha muerto Alicia de Larrocha. Aquí, se prestará mucho menos atención a la desaparición de esta española universal que, por ejemplo, a los cotilleos de un montón de personajillos intrascendentes a los que, como cada semana, dedicarán horas enteras los programas televisivos. Pero a quienes gustamos de disfrutar con la belleza, nos queda su magia, el recuerdo de una mente, una sensibilidad y unas manos prodigiosas.

Hoyancos por el mundo

Reportaje publicado en Diario de Ávila, 24.09.09, en el suplemento especial
dedicado a las Fiestas San Miguel 2009 de El Hoyo de Pinares.


Recuerdo que en el pregón de las Fiestas San Miguel 2004, el parlamentario de la asamblea de Madrid Juan Antonio Ruiz Castillo, vinculado familiarmente a nuestra localidad, aseguró que se había encontrado vecinos de la misma en los rincones más insospechados del mundo y citó algunos ejemplos ciertamente curiosos. Pero no sólo hay personas de El Hoyo de Pinares de paso por los más remotos rincones: algunos incluso han echado raíces y se han asentado permanentemente o por largas temporadas en otras naciones. Parafraseando a los programas de televisión tan de moda en las cadenas autonómicas y nacionales, les propongo que nos asomemos a la vida de esos hoyancos por el mundo, a través de una pequeña muestra de quienes salieron de esta villa abulense y fijaron sus lugares de residencia en diversos países.

ARANTXA MIGUEL (SINGAPUR)

Singapur es el país más pequeño de Asia y el de más densidad de población del planeta después de Mónaco, pues viven casi cinco millones de habitantes sobre un territorio que no llega a los 700 Km2. Estuvo bajo dominio colonial británico, fue luego parte de Malasia y finalmente declaró su independencia, como República, en 1965. Allí conviven principalmente la raza china, la malaya y la india, en un mosaico de culturas al que también contribuyen los numerosos extranjeros asentados en Singapur.



Arantxa y sus hijas en el Boat Quay de Singapur, ante los rascacielos del distrito financiero.

Arantxa Miguel Fernández tiene muy claro lo que le llevó a esta singular isla del Sudeste asiático: “Fue sin duda el amor. Mi vida cambió por completo desde que conocí a Praveen, un singapurense de raza india, que estudiaba en Aberdeen, una ciudad de Escocia donde yo fui a visitar a una amiga. Hasta ese momento nunca me habría podido imaginar ni remotamente que acabaría viviendo en Asia, siendo parte de una familia india y viviendo tan de cerca su cultura y sus costumbres”.

Arantxa recuerda que el período de adaptación no fue sencillo: “Al principio no tenía amigos ni trabajo, estaba muy apegada a nuestra forma de hacer las cosas y, además, no me gustaba nada la comida picante”. Ahora, Singapur es ya su hogar: allí nacieron sus dos hijas, de uno y cuatro años, tiene un grupo numeroso de amigos, un trabajo del que disfruta enormemente como profesora de español en una Universidad… y hasta le ha tomado afición a la comida picante.

“En Singapur conviven –nos cuenta Arantxa- hasta treinta culturas diferentes. Vivir aquí me ha enriquecido mucho personalmente y además me ha ayudado a ser mucho más abierta y receptiva hacia otras tradiciones y formas de vida”. Destaca que “es un país seguro y un auténtico paraíso gastronómico”.

A pesar de ello, lógicamente no puede evitar echar de menos algunas cosas de su país de origen: “nuestra cultura y el carácter abierto de los españoles, además de a mi familia y amigos”. De El Hoyo de Pinares recuerda “con especial cariño las fiestas de San Miguel y la Romería, en las que tanto disfrutaba” y también “la belleza de nuestro pueblo y la tranquilidad que se respira en él, por contraste con Singapur, una ciudad sumamente dinámica”.

SARA BELTRÁN (DUBAI)

Dubai es uno de los Emiratos Árabes Unidos. La ciudad, caracterizada por sus grandes rascacielos, está considerada uno de los centros financieros más importantes del mundo. Allí aterrizó otra hoyanca, Sara Beltrán Ochando, tras aceptar su esposo Ramón una excelente propuesta de trabajo.


Sara ante el Burj Al Arab, el único hotel de 7 estrellas.

Sara reconoce que lo pasó mal al principio, sobre todo porque, para una universitaria y profesional como ella, era difícil tener que asumir legalmente ante la administración ser ama de casa sin permiso de trabajo para así poder vivir en Dubai. Y fue duro aceptar las costumbres de un país musulmán donde la mujer está relegada, no en todos los sitios se le atiende y a menudo necesita la presencia o la firma del varón.

Pero esta joven hoyanca está satisfecha, a pesar de todo, con el nivel de vida que pueden disfrutar allí y prefiere resaltar los aspectos positivos de una experiencia sin duda enriquecedora. Sara estudia online en centros occidentales, desarrolla algunas aficiones (deporte, cocina, viajes…), programa escapadas con su todoterreno y se alegra de haber hecho muchas amistades de las más diversas procedencias: iraní, china, filipina, colombiana, españolas… También a Sara Beltrán le atrae de la ciudad esa “mezcla de culturas, gentes, gastronomías, vestimentas… porque de todo se aprende, nos hace abrir nuestras mentes, respetar y aprender a convivir” y esa diversidad de imágenes “donde lo mismo ves un camello en una playa que los inmensos rascacielos iluminados”.

Sara recuerda a la gente querida que dejó en España, pero las modernas comunicaciones ayudan a que las distancias hoy no sean tan insalvables: “Bendito Messenger –exclama gráficamente- que me tiene conectada con mi familia y mis amigos casi a diario. La webcam me hace la vida mucho más alegre y ayuda a no echarles tanto de menos”. Aun así, las nuevas tecnologías no lo pueden solucionar todo: “Añoro las patatas fritas de mi madre, irremplazables, como los vinitos con mis tíos, las guasas con mi hermano y las risas en casa con todos porque mi sobrino anda haciendo monadas”.

JORGE PABLO Y CECY ESTÉVEZ (LONDRES)

La capital británica es una populosa y viva ciudad donde una pareja de hoyancos, Jorge Pablo Fernández y Cecilia Estévez Tabasco, decidieron establecerse, fundamentalmente por motivos laborales. Desde que fueron allí una semana de vacaciones, la idea comenzó a rondarles la cabeza. Para ambos era una estupenda oportunidad de mejorar en el conocimiento del idioma y de adquirir una valiosa experiencia profesional. Y así ha sido en efecto, pues esta estancia, que en principio plantean como temporal, ha mejorado el curriculum de él como informático, una vez concluidos sus estudios universitarios y tras sus primeros trabajos en España, y el de ella como senior stylist que desarrolla hoy su actividad en un salón vanguardista de peluquería y estética.


Cecy y Jorge en Londres. Al fondo, el Parlamento con el célebre Big Ben.

Después de dos años en Londres, están muy satisfechos: “Nos encanta la ciudad –asegura Jorge-, la oferta cultural que tiene, los conciertos, la vida… Puedes disfrutar tanto yendo a uno de los cientos de parques como saliendo de pubs y discotecas. A nosotros nos gusta ir de cervezas por Brick Lane, mirar una panorámica de la ciudad desde Pimrose Hill, hacer cruceros por el Támesis hasta Greenwich, salir de fiesta por los clubs con los amigos que tenemos o irnos de vinos por Embankment… La oferta de ocio es inmensa”.

Inevitablemente, añoran algo: “Lo que menos nos gusta a ambos es la distancia con los nuestros. Son sólo dos horas de vuelo, pero realmente es un mundo”. Jorge echa de menos “el típico sábado en El Hoyo: estar con tu familia para comer, con tus amigos para las cervezas…”. De todas formas, la relativa cercanía hace que reciban de vez en cuando gratas visitas de amigos, a los que hacen encantados de guías turísticos.

ANA FERNÁNDEZ (PEKÍN)

Ana Belén Fernández Organista trabaja en la capital de la República Popular China, una de las grandes urbes mundiales, muy poblada y llena de vitalidad y que, como es conocido, acogió los últimos Juegos Olímpicos.

Tras cursar la Licenciatura en Lingüística y completar estudios de posgrado, fue seleccionada por la Universidad Autónoma de Madrid para ejercer como profesora de español en Beiwai, la prestigiosa Universidad de estudios extranjeros de Pekín. Allí compatibiliza su trabajo becado como docente con el estudio de la Licenciatura de Chino, una lengua pictográfica y tonal que le apasiona.

Ana en un parque de Pekín.

Cuando se le pregunta por su experiencia, también destaca la diversidad de esta urbe: “Pekín esconde muchas ciudades en una misma. La zona de los Juegos Olímpicos es completamente nueva e impresionante, pero también existen zonas con un aire bohemio que me encantan, como Hou Hai, con un lago precioso. Aquí puedes ver zonas abarrotadas y otras más tranquilas, gentes vendiendo por la calle, carromatos antiguos, mercados varios… Puedes encontrar de todo, es un lugar muy interesante, donde vives el mestizaje, compartes culturas y aprendes de los demás”.

Ana percibe como muy gratificante su experiencia en la enseñanza universitaria: “A la figura del profesor se le tiene mucho respeto y mis alumnos son disciplinados, estudiosos y educados”. Aprovecha su tiempo libre, entre otras cosas, para viajar, “porque aquí es más barato y he visitado lugares increíbles”. Los grandes ojos de Ana llaman la atención de los orientales y nos cuenta como anécdota que los chinos le disparan fotos e incluso le piden que se fotografíe con ellos.

De su pueblo abulense echa de menos, como no podía ser de otra forma, a su familia y amigos, así como pasear por El Batán “…y respirar aire limpio”, en contraste con la contaminación que se deja sentir en Pekín.

A Arantxa, Sara, Jorge, Cecy y Ana les agradezco enormemente el haber compartido su experiencia con los lectores de Diario de Ávila y les envío un saludo muy afectuoso, especialmente en estos días en que, a buen seguro, añorarán las fiestas de su pueblo y se acordarán de los amigos y familiares.

Malpaís, en Madrid

San José de Costa Rica, enero de un recién estrenado 2008. Entro en una pequeño establecimiento y me atiende una costarricense encantadora (valga la redundancia). Me pregunta en qué me puede ayudar y le digo que suelo llevarme música de los lugares adonde viajo y que si me puede aconsejar, porque no tengo ni idea de qué música se hace allí.

Charlamos un rato sobre mis gustos, curioseamos lo dos por la tienda y, finalmente, se decide a recomendarme, sin dudarlo, que me lleve un disco de Malpaís grabado en vivo. Se extraña de que no conozca a este grupo, porque me cuenta que allí son un auténtico fenómeno nacional, pero yo jamás había oído hablar de ellos.

La amabilísima tica intenta que pueda escuchar el CD, pero no funciona bien su pequeño reproductor de música y, a pesar de sus esfuerzos, no consigue solucionar el problema. Finalmente me mira sonriente y casi me pide un acto de fe: llevéselo, le va a gustar, no se va a arrepentir.

Lástima que no pueda darle las gracias. Malpaís me acompañó a partir de ahí en muchos momentos e incluso me sirvió de música de fondo en este blog para mis entradas dedicadas a Costa Rica.

La de la ciudad de San José, la ilustré en su momento con la música de Rosa de un día:

Es este valle donde las historias
se acaban antes del final.
Es este tiempo que llueve y que pasa
y se olvida como la verdad.
Es la ciudad donde no hay direcciones
pero, total, todos saben llegar…
(...) Es el café que te huele a milagro,
sol de unas tardes de nunca acabar (...)
Es el destino de tanto amigos
que naufragaron sin llegar al mar.
La ilusión de que un día se pueda
y la certeza de que se podrá...



Y el texto introductorio de todo ese viaje, con la preciosa canción Cómo un pájaro, por la que luego incluso algunos lectores me preguntaban:

Voy llegando en la distancia,
como un pájaro,
como la primera luz del mes de enero...
(…) Entonces fue que fui
de nuevo un güila correteando en los potreros.
Loco y descamisado me perdí
en un verano por caminos polvorientos.
Sé que tal vez ya no recordarás
los malinches floridos, aquel fuego…
Sé que a veces miro para atrás,
pero es para saber de dónde vengo.



Malpaís dicen que es una playa “agreste y olvidada” de la península de Nicoya que dio nombre a esta formación, con un notable plantel de músicos que provienen de la canción, del jazz y de la música clásica.

Malpaís aborda en las fantásticas letras de los hermanos Jaime y Fidel Gamboa los temas eternos, las referencias a los recuerdos e imaginarios comunes de los ticos de varias generaciones, al amor y al desamor, con música folk que hunde sus raíces en su tradición musical pero con variadas influencias rock, celtas o caribeñas.

Además de las citadas antes, otras maravillas de esta banda son, por ejemplo, Abril ("Pienso después / cada palabra / para decir / dónde quedaste, /en qué vagón,/ unos meses atrás (…) Puedo tocar/ el aire donde estuvo el dios / benévolo / de tu cuerpo / y repasar los párrafos/ sin terminar…”), esa Contramarea que narra la historia de amor entre una tica y un nica (“Nací sólo para verte llegar a mí”)… Y así hasta completar decenas de fantásticas canciones que les recomiendo. 



Hoy Malpaís, en gira por España, visita precisamente Madrid y esta noche actuará en la Sala Galileo Galilei. Si no me surge ningún inconveniente de última hora, desde luego tengo intención de estar allí y disfrutar con sus palabras cálidas, con su buena música y con los recuerdos imborrables de ese pequeño e increible país de la pura vida, donde tan acogido me sentí. Bienvenidos, amigos.

El alma y el arte

(Texto original escrito a modo de prólogo para la web oficial
de la artista argentina Patricia Escobar)


“Donde el alma no trabaja junto con las manos, ahí no hay arte”
-Leonardo Da Vinci-
Patricia Escobar no es una decoradora que aplique simple sentido estético y fría técnica. Es una artista en el sentido que apuntaba el sabio florentino: pone el alma en lo que hace. Por eso, sus creaciones siempre transmiten a quienes las contemplan –o a quienes casi viven dentro de ellas- originalidad, autenticidad, vitalidad.

Como en los verdaderos artistas, la obra de Patricia es inseparable de su personalidad. Cuando afronta el encargo de decorar, por ejemplo, un cuarto para niños, no recurre a esos tópicos que los adultos consideramos motivos infantiles. Piensa en qué le gustaría realmente a la niña que fue, a la niña que quizá de alguna manera sigue siendo. Y le aplica una buena dosis de imaginación, de inventiva, de oficio y de creatividad, hasta conseguir una obra singular.

Porque Patricia además, encara cada trabajo, ya sea un hogar, una biblioteca, un colegio o lo que se le encargue, como algo único e irrepetible. Capta de alguna manera el genius loci, el espíritu que impregna el lugar, o la personalidad de sus moradores, y plasma todo ello en su obra. O da vida ella misma a ese espíritu si es que acaso no existía. Es una creadora originalísima y ocurrente: no trata de reproducir de nuevo, con ligeras variantes, lo previamente experimentado con éxito. Se propone generar algo completamente nuevo, que cobra vida artística ante los ojos de unos destinatarios satisfechos.

En cierta ocasión, una nena había visto entrar por la puerta de su casa a esta decidida pelirroja con su escalera, sus herramientas y sus colores. Y vio como, poco a poco, su cuarto se fue convirtiendo en un lugar donde brotaba la magia en cada rincón. Y un día en que la pequeña viajaba con su abuela en un taxi, no pudo resistirse a compartir con el chofer esta experiencia que la tenía impresionada. Así que de pronto le dijo: “¿Sabe una cosa, señor? ¡En mi casa tenemos ahora un hada!”.



(Imágenes de diversas creaciones de Patricia Escobar para clientes particulares, empresas y varias ediciones de la muestra Casa Foa).