¿Somos lo que jugamos?

De pequeño yo tenía mucha tendencia a hacer el payaso. O sea, como de mayor. Tendría unos cuatro años cuando, acompañado con una guitarrilla de juguete, cantaba, por ejemplo, María Isabel, de Los Payos -manda narices la cosa- y me mosqueaba si mis padres y mis tíos no aplaudían y, cuando por fin me hacían caso, doblaba el espinazo y decía muy ceremonioso “gracias, gracias”. También era el autor de unos tebeos manuscritos, llenos de cuentos, dibujos, historietas, chistes, pasatiempos..., que igualmente estaba obligada a leer mi familia (qué cruz, los pobres)… Y a veces me disfrazaba y me convertía en el payaso Trompetilla, un personaje de mi creación…


Pero uno de mis juegos más recurrentes era el de las oficinas, claramente imitando a mi padre. Mi oficina, repleta siempre de papeles, estaba montada en el desván (el sobrao dicen en mi pueblo) de la casa de mi abuela. Y allí jugaba a veces solo, a veces con mi hermana Tere y mi primo Raúl, a atender al público que iba a aquella oficina.


Cuando iba a ver a mi padre a su trabajo, siendo yo un renacuajo, le escuchaba atentamente lo que él hablaba con otros mayores. Y luego intentaba reproducir en mi pequeña oficina esas conversaciones: “Dña. Felipa, esta cartilla que usted me trae está extraviada”. Y yo lo decía con enfado. Me molaba esa palabra, tenía que ser algo muy grave y, en consecuencia, yo echaba la bronca con toda la razón a Dña. Felipa. Mi prima Teresa, que era unos años mayor que yo y estaba por allí ese verano, me corregía: “¿Cómo te la va a traer si dices que está extraviada? ¿Tú sabes lo que quiere decir 'extraviada'?”. Yo negaba con la cabeza. “Pues quiere decir que se ha perdido. Tienes que elegir otra palabra”.

Años después, yo lo recuerdo, claro. Pero lo asombroso es que Teresa se acuerda con todo lujo de detalles. Hasta de Dña. Felipa. Me parto.

Ella sostiene ahora que padezco la maldición de haber acabado trabajando en un despacho, agobiado de papeles, por haber jugado de pequeño a las oficinas.

Estos días, cuando miro el montón de declaraciones de la renta, de demandas, de escrituras… me pregunto por qué no me daría a mí por jugar a ser un millonario mecenas, un explorador que viajaba por todo el mundo o el superhéroe que rescataba a la chica guapa.

(Fotografía: Juan Bautista Galán.
Ahí estaba yo en la terraza de nuestro bar escribiendo y dibujando un cuento que se llamaba La Loca, por el que luego me dieron un premio en un concurso de la Editorial Pascal. Me he fijado que a la loca protagonista del cuento la pintaba con un embudo en la cabeza y un calcetín de cada color...).

6 comentarios:

PEGASA dijo...

En cierto modo siempre desde pequeños ya nos vamos direccionando en pro de nuestros propios sueños. Sueños que a algunos se les rompen por el camino y que aún así consiguen un buen montón de fixo para pegar los trozos y seguir jugando. Con que a pesar de no ser nada más que una mujer que expresa su opinión y que no tiene porque ser la ideal, pienso que no solo podemos ser lo que jugamos, si también de nuestros sueños, nuestras pesadillas, nuestros desmanes, nuestros pocas aptitudes y nuestra mucha constancia. De nuestros lloros al no conseguir lo que esperabamos pero también de nuestras alegrias por conseguir un movimiento más hacia nuestro fin de trayecto. Pero también un hurra por los que lo intentaron y no lo consiguieron, porque de ellos es el mérito de haber luchado. Te doy mi enhorabuena por haber sabido llegar jugando a la que hoy día es tu vida y compartir con los demás tus pensamientos.Pero espero que a parte de jugar a escribir e imaginar mundos inauditos no jugaras a ser astronauta, ya que en ese lugar aún te queda camino por recorrer hasta llegar a ser el primer tertuliano que escriba desde espacio sideral.

H dijo...

Eso sí que son retales vitales de magia...

Anónimo dijo...

Pues yo creo que si tus juegos de niño te influyen en lo que haces y cómo eres luego, en algun momento aunque no te acuerdes sí tuviste que jugar a explorador que viaja por el mundo (no hay más que ver tu post de Costa Rica). Y a superheroe que rescataba a la chica: de esto yo tengo pruebas :-)

Anónimo dijo...

Hola, Carlos:
¿Es que hasta en esos rarísimos detalles coincidimos?
Desde el año 1966 (cuando tenía aún 9 años) hasta 1968 me dediqué a hacer historietas y chistes (inspirándome en los tebeos de la editorial Bruguera de entonces y en personajes como "Mortadelo y Filemón" -mis héroes-). No sólo eso, sino que grapaba las hojas y hacía tebeos, titulados "Sandwich", "Gordo" y "Flaco". No sólo eso, sino que empiqué a mis hermanillos, a mi primo Pedrito y a mis amiguitos de la calle a hacer sus propias historietas. Y no sólo eso, sino que aquí va el remate del tomate: ¡con aires de grandeza y autocomplacencia, fundé la "Editorial Ortiz", de la que fui el presidente!

Y ya lo que faltaba.
¡¡¡Yo también jugaba a las oficinas!!! Y no me refiero a jugar un día esporádicamente, sino continuamente, durante dos o tres años. Mi padre era pequeño empresario, maestro de obras, y tenía su oficina en el almacén de materiales, junto a mi casa. Mi delirio, contagiado a mis hermanos y primos, era ir allí los sábados por la tarde a hacer facturas, presupuestos, nóminas de trabajadores, listas de precios y ¡hasta planos! Así aprendí a escibir a máquina yo solo: no para los estudios, ni para el futuro... sino ¡para jugar a hacer facturas! Si mi padre me pillaba, me regañaba: "Hay que ver, con cerca de 11 años que tienes y jugando a tonterías". Pero desde que cumplí 13 yo ya fui su oficinista de verdad...

Anónimo dijo...

Es cierto que, aparte de la broma del artículo, desde pequeños ya empezamos a veces a apuntar a nuestros sueños. Bienvenida, Pegasa, y gracias por tu comentario.

Tú sí que eres mágica, Henar.

S., a mí me gustaría dedicarme a viajero, pero siempre, sin tener que trabajar en un despacho para pagar esos viajes. Y rescatar chicas lo que se dice rescatar..., tú que lo verás con buenos ojos.

Paco, hasta en esto. Para quienes no le conozcan en el blog: Paco Ortiz es concejal de Falange Auténtica en Ardales (Málaga) que se hizo medio famoso porque él y su compañero dio su voto al candidato de Izquierda Unida, convirtiéndole en alcalde y desbancando así de la alcaldía al todopoderoso presidente de la diputación provincial de Málaga. Y la explicación de Paco Ortiz, que no exigió cargos ni nada a cambio, fue tan simple como ésta: coincidíamos más en los programas municipales. O sea, elemental, sin componendas: estábamos de acuerdo en lo que queríamos hacer en el pueblo.
Paco, yo también grapaba los tebeos y establecí un sistema de préstamos, en plan biblioteca. Los míos, que yo recuerde, eran el "Cándido" (por el personaje de Mena que yo veía en el periódico que leía mi padre) y el "Tebeo Hermanos Galán" (no llegamos a editorial familiar, pero casi...). El asunto al que dediqué muchos reportajes y escritos fue a la muerte de Fofó, el payaso, que fue por entonces.
Y, como no teníamos máquina de escribir en casa, yo me iba a la oficina de mi padre a escribir en la de su trabajo, pero -aunque alguna vez mi padre me dejaba ayudarle a rellenar a máquina algún impreso- la mayor parte de veces escribía cosas mías. La gente flipaba cuando entraban a la oficina de mi padre y veían al lado a un niño de nueve años escribiendo a máquina a su bola. Y más cuando luego se enteraban de que lo que escribía eran cuentos, poemas, etc.

Anónimo dijo...

s. quién eres? de dónde, de qué te ha rescatado? me come la curiosidad
ajjjjjjj.