Pastillas para no sufrir


Tiene ochenta años. Su recuerdo más vivo de cuando era niña es cómo, con ocho años, se aferraba desesperada a la pierna de su madre, a la que no volvería nunca más a ver: se la llevaban a rastras para luego asesinarla. Cuidada por su hermana mayor, padeció la miseria de la posguerra. Décadas después, dejó su pueblo y se marchó a Madrid y tuvo que hacer el esfuerzo de alejarse del que había sido su entorno y adaptarse a una nueva vida urbana, para así facilitar las cosas a algunos de sus hijos. Hace algo más de un año, se pasó meses enteros sin apartarse ni un solo instante del lado de su hija, hasta que vio como el cáncer se la llevaba.


Hace poco coincidí con ella. No me habló de achaques físicos ni de penas del alma, aunque los dos sabemos que ambas cosas existen. Mientras yo me tomaba mi poleo escuchándola, ella me decía contenta que este verano su hijo y su nuera la van a llevar a la playa, junto con su nieta. Me habló de libros. Me habló de amigas. Estuvo recordando la ilusión que le hizo en su día matricularse en educación de adultos, porque así se sacó la espina que siempre había tenido clavada “de poder terminar los estudios primarios, como mis hermanas mayores”. Y me comentaba, también con alegría, que ahora quiere volver a apuntarse a un taller de pintura, porque “pintar era la ilusión de mi vida”.

Yo le decía luego a unos amigos que me quitaba el sombrero ante gente así. Que cada vez admiro más a las personas de esas generaciones cuando hablo con ellas, cuando soy capaz de ponerme por un solo instante en la piel de todo lo que han vivido. Una amiga presente me replicaba. Ella considera que idealizo las cosas. Piensa que esa generación se desenvolvió en tales circunstancias sencillamente porque le tocaron así, mientras que nosotros afortunadamente no las padecemos, pero que otras dificultades diferentes hemos afrontado y que también poseemos esa capacidad de superación.

No estoy tan seguro de ello, la verdad. Escuchaba no hace mucho a la periodista Pepa Fernández sostener que el modelo de vida que se nos ofrece actualmente –un modelo que, a mi juicio, se nos presenta con aspiraciones meramente hedonistas, sin valores- hace que con frecuencia no desarrollemos recursos para sobreponernos a las dificultades cuando éstas llegan. Y yo creo que, en buena medida y con todos los matices que se quiera, no le falta razón.


Uno de las consecuencias de esto es la medicalización de todos los problemas. Como vivo rodeado –en mi entorno familiar y de amigos- por psiquiatras, psicólogos -y otros enfermos, por utilizar el afortunado título de la novela de Rodrigo Muñoz Avia-, a veces sale a relucir esta reflexión. Me cuentan que, cuando recetan un fármaco para paliar unos efectos concretos, no siempre el paciente es capaz de comprender lo que se les quiere transmitir: que esa pastilla le va a ayudar a estar más tranquilo, o a descansar mejor, por ejemplo, pero no le va a solucionar el problema de fondo, el sufrimiento que produce una ruptura de pareja, pongamos por caso, porque ese sufrimiento no es una enfermedad, ni siquiera es una anomalía y, desde luego, no se cura con un medicamento.


Seguro que me puedo llevar más de una regañina de estas personas cercanas por tratar de estos asuntos sin ningún rigor científico ni conocimiento, pero en fin, yo al menos advierto: soy abogado y peatón, no soy psicólogo, no soy psiquiatra y, por tanto, no tengo de esto más idea que lo que escucho, lo que leo o lo que yo mismo veo a mi alrededor abriendo los ojos. O sea, que opino sin saber, como los tertulianos. Avisados quedan si quieren seguir leyendo bajo su responsabilidad. En mi descargo diré que voy a apoyarme en buena medida en juicios de valor de personas que sí son expertas.

Recuerdo que una vez un señor le preguntaba a otro en un bar de mi pueblo: "Oye, Fulanito, ¿tú te acuerdas si nosotros en nuestra época teníamos estrés?", y el otro le contestó: "No nos daba tiempo", mientras todos los presentes nos echamos a reír.

Bromas aparte, me parece que hoy se trata como enfermedades lo que muchas veces no son sino problemas personales o sociales…Es verdad que, a menudo, la línea que separa las enfermedades de lo que no lo son es muy delgada. La tristeza justificada yo creo que no es una enfermedad, pero la depresión sí; estar razonablemente angustiado por un problema real no es una enfermedad, la ansiedad sí; estar fatigado después de trabajar no es una enfermedad, el estrés sí… Es la diferencia que existe entre las causas de fondo -que no son médicas- y los efectos -que a veces sí pueden serlo y otras veces no-.

Eduardo Tejera, presidente del comité de ética asistencial del Hospital Donostia, aseguraba en unas declaraciones periodísticas que “la clave está en que el profesional sanitario indague con el paciente para saber si lo que realmente siente es una enfermedad o más bien una situación normal de su vida”. Pero reconoce que a menudo “faltan tiempo y medios humanos en un sistema sanitario cada vez más exprimido” y que, salvo excepciones, muchos médicos “claudican ante el paciente. Es muy difícil luchar contra la idea que impera en la sociedad de que todo se cura con pastillas. La medicina y los medicamentos no son capaces de solucionar todos los problemas. Ni el médico es un dios ni los medicamentos son pócimas mágicas para la vida”.

“Hay dos vías que favorecen la psiquiatrización -explicaba el psiquiatra Guillermo Rendueles en un debate recogido en el diario La Nueva España-. Una, la gestión de los aspectos íntimos y sentimentales, que suele recaer en el psiquiatra por las dificultades que tienen las personas para hacerlo por sí mismas; y otra, el que en la sociedad de hoy no hay nada sólido, es la ‘sociedad líquida’ de Bauman”.

En las estadísticas se da la paradoja de que en nuestras sociedades desarrolladas aumenta el número de personas que se consideran enfermas. Y eso no es una verdad objetiva. Con respecto a hace unas décadas, el nivel de salud obviamente se ha elevado, los tratamientos contra muchos males han progresado, la esperanza de vida ha crecido..., pero las estadísticas reflejan incremento de enfermos y de enfermedades, posiblemente porque, como decía Gonzalo Casino en El País, “la medicina ha hecho suyos un montón de problemas que antes no eran asunto médico y para los que a menudo no hay solución eficaz”. Amartya Sen, Premio Nobel de Economía, recogió unos significativos resultados al comparar en el British Medical Journal los datos de salud entre Estados Unidos y La India. Y es que en el mundo desarrollado se consideran como enfermedades cosas que en otros países no lo son, porque tienen enfermedades más importantes y mas apremiantes de las que ocuparse. No hablan ni siquiera el mismo lenguaje una sociedad donde las enfermedades se siguen llamando malaria, tifus, cólera, lepra... y otra donde las enfermedades son la alopecia, la celulitis o el jet lag. Pero lo peor, en mi opinión, es cuando acaban tratándose como enfermedades fenómenos como la soledad, la infelicidad, el envejecimiento...

Además, esa psiquiatrización de los problemas acaba, a menudo, en el uso -y abuso- de fármacos. No sólo porque es la salida fácil. Detrás me temo que están también los oscuros intereses económicos de las multinacionales farmacéuticas. El médico Domingo Ojer advirtió en Oviedo, en la misma mesa de debate antes citada, que “los laboratorios generan necesidades para vender más”. Y denunció: “el 90 % de la producción mundial de medicamentos es consumido por el 10 % de la población”. La que con diferencia menos lo necesita, añado yo. Sólo un porcentaje ínfimo de los fármacos comercializados son para tratar las enfermedades –ésas, reales y no imaginarias- de los países en vías de desarrollo. Y es que la investigación en estos fármacos no resulta rentable. Qué triste y qué injusto. “La sociedad de la desigualdad que estamos creando –concluye Ojer- es capaz de mirar con indiferencia el drama de miles de personas que mueren diariamente por no tener acceso a lo más básico para vivir, mientras es incapaz de tolerar el mínimo sufrimiento y sigue consumiendo bienes de consumo con la esperanza de alcanzar el maximo bienestar”. Y consumiendo, también, muchos fármacos para curar supuestas enfermedades. En el British Medical Journal escribía su director, Richard Smith, que “las compañías farmacéuticas tienen un claro interés en medicalizar los problemas de la vida, y ahora ya existe un enfermo por cada fármaco”.

La proliferación de libros de autoayuda con recetas mágicas para triunfar, para tener amigos, para gozar de éxito profesional… o el espectacular incremento que en los últimos años han registrado las intervenciones de psicólogos y psiquiatras en los medios de comunicación, dan pistas de cómo se enfocan estas cuestiones en nuestra sociedad.

Ahora se actúa como si fuera intolerable el menor sufrimiento, como si el dolor no fuera algo natural, consustancial a la existencia humana, y sólo lo fuera el placer. Que nadie se engañe: no estoy diciendo que haya que adoptar una actitud de resignarse ante los aspectos negativos de la vida, todo lo contrario. Pero un primer paso es aceptarlos como naturales, para así superarlos y no engañarnos a nosotros mismos. Superarlos a base de recursos personales, y también con la ayuda profesional o médica cuando sea necesaria, pero sin confiar en que un medicamento nos va a evitar sentir. Somos seres humanos y tenemos sentimientos.

Dice el psicólogo Jorge Barraca en un interesante artículo que “se quiere imponer socialmente la idea de que es posible siempre ‘vivir en positivo’ y que se pueden alcanzar soluciones fácilmente, con independencia de la realidad vital de cada uno”. Él asegura que, en contra de lo que muchas veces se nos quiere hacer ver, “es imposible librarse a voluntad de determinados pensamientos, sentimientos o sensaciones desagradables, que son inherentes al hecho de vivir en este mundo (se entiende, no anestesiados), al hecho, en fin, de ser humanos”. “Esto tampoco significa –añade- confundir la aceptación con la resignación, entendida ésta como actitud pasiva. Cuando hablo de aceptar me refiero a admitir que determinados contenidos mentales son inevitables, pero eso no significa cruzarse de brazos ante las adversidades o las injusticias. Todo lo contrario: precisamente porque no podemos dejar de sentirnos mal ante determinadas situaciones lo que debemos procurar es mejorar las cosas”. “Muchos psicólogos y psiquiatras han sido los primeros en caer en la trampa de pensar que –al igual que en el ámbito físico- no hay que pasarlo mal un solo minuto (…) No explicamos al paciente que, a lo mejor, es normal que su sufrimiento continúe durante un tiempo indeterminado”. Y sostiene que eso a la postre es negativo para el individuo: “Necesitamos un tiempo para encontrarnos mal. Hacerle a alguien sentirse culpable porque no vuelve a mostrar la alegría que todos socialmente debemos exhibir acarrea llevar al sujeto a una situación imposible, pues no ser capaz de alegrarse como los demás se convierte en un motivo añadido de preocupación y tristeza”.

La vida es todo eso: dolor, gozo, amor, tristeza, euforia, preocupaciones, ilusión, melancolía, entusiasmo, vértigo, angustia, alegría… y mil cosas más. No está uno enfermo si está triste cuando ha perdido un amigo, o si está molesto porque le han despedido de su trabajo, o si está preocupado porque alguien a quien quiere se está complicando la vida, o si está pasando una etapa de duelo por haber tenido una ruptura sentimental... Eso no es estar enfermo, eso es estar vivo. Lo patológico en tales circunstancias sería no sentir.

Leí en algún lugar que una mujer le había dicho a su médico de familia: “Doctor, tendré que enviarle a mi padre, porque desde que ha muerto mi madre no para de llorar”. El médico le replicó: “Tendría que enviármelo si no llorara”. Pues eso creo yo.


(Fotografía: My Grandmother's Medicine in an Espresso Cup, de Minusbaby, de la galería de imágenes Creative Commons de Flickr)

30 comentarios:

H dijo...

Sin entrar en el eterno debate de psicólogos y psiquiatras, porque me da una pereza horrible y porque por mi parte lo tengo más que claro (los psicólogos tratamos lo que no es fisiológico y ayudamos en lo fisiológico, y los psiquiatras en los problemas que están basados en patologías físicas, y ayudan en las que no) sólo un apunte, querido Carlos. Te falta un dato por analizar, y es la percepción del sujeto de la situación. En las patologías psicológicas hay una serie de elementos que son sí o sí para diagnosticar algo, pero también es importante la percepción de la persona de su problema. A lo mejor lo que para una persona es nimio, para otra es un mundo. Y no importa la objetividad: hay que sacar a esa persona de su problema, dándole herramientas (y no medicamentos, a no ser que haya algo orgánico que lo justifique) para que salga ella sola de ahí y para que tenga esos recursos para la próxima vez. Eso es lo que hacemos los psicólogos cognitivo-conductuales. Los psicoanalisas, tienen una función más parecida a la de los curas de antes o a la de cualquier gurú de cualquier religión. La misma que los peluqueros: escuchar. Verbalizar los problemas ante una persona con quien no tenemos vinculación emocional en muchos casos es el inicio de la solución. Para según qué cosas, claro. Y eso no lo inventó Freud.

No tenemos problemas graves si los comparamos con África o Asia... ¿y por eso no debemos considerar importantes nuestros problemas? No estoy de acuerdo. Las cosas hay que medirlas frente a una línea base que es la realidad de cada uno y su entorno. Una persona a la que consideremos "que tiene de todo" puede morir suicidándose. Y una muerte es una muerte, sea de tifus o de depresión. La mujer de Federico Fellini murió de tristeza unas semanas después de la muerte del director. La ansiedad produce infartos. La anorexia, si no recuerdo mal, tiene un 30% de muertes (esto me lo tendrán que corregir los psiquiatras, porque no recuerdo bien la cifra). Si asumimos la evolución social en cosas como dejar de ver como normal el maltrato, dejar el racismo atrás etc, debemos asumir que la evolución hace que progresemos de unas enfermedades a otras. Por supérfluas que puedan parecer, las enfermedades de alma no son supérfluas. Y que la gente las siga considerando "aire" perjudica mucho a las personas que las padecen.

La depresión, la ansiedad, las fobias... No son caprichos. Son cosas reales. De sociedades occidentales consumistas etc, estoy de acuerdo. Pero son esas y no otras, las variables que nos rodean. El proceso de "curación" de una depresión, en terapia combinada , suele ser de un año, año y pico. Y es real. Hay pocas enfermedades físicas tan frecuentes como la depresión que produzcan un año y pico de baja. ¿Un capricho? No sé.

¿El exceso de medicalización? Es una burrada, sí. Para todo, también para los catarros(hace poco un compañero de trabajo belga vino con catarro y le di un sobre de Algidol, y alucinó con lo que nos tomamos aquí para un simple catarro, porque allí ese sobre sería para una gripe tremenda). O los antiinflamatorios. O los protectores de estómago. Soy psicóloga, no estoy a favor de la medicalización como norma para las cosas que son estrictamente psicológicas. Pero hay matices.

Y un psicólogo no interviene en un proceso de duelo, interviene cuando el duelo pasa, en tiempo, de la media, que es cuando se convierte en problema. Y no interviene ante la ansiedad de un hecho, interviene ante la ansiedad paralizante o repetida y/o continuada. Interviene cuando una persona encuentra que hay algo que le incapacita. Y eso es tan subjetivo como real.

Y respecto a lo de "si me tengo que buscar la comida, no tengo tiempo a caer con depresión", te sugiero que revises algo de la pirámide de Maslow (http://es.wikipedia.org/wiki/Pir%C3%A1mide_de_Maslow)

Hala.

Besos!

H

pd: a estas alturas ya deberías ser consciente del peligro que entraña buscarme las cosquillas... :D

Mª Rosa Rodríguez Palomar dijo...

Carlos, en primer lugar y con retraso, felicitarte por tu cumpleaños, ya que he estado desconectada, no por mi gusto, de esto durante unos dias.

Respecto a la entrada, te felicito también, muy completa. Hace poco recibí un curso de Psicología y el psicólogo nos dijo que el sufrimiento es tan natural como humano, la vida se compone de cosas buenas, menos buenas y malas, y el error está en querer obviar todo lo que no nos gusta, maquillándolo, escondiéndolo, cuando lo que deberíamos hacer es aceptarlo e intentar superarlo, en la medida que podamos.

Un abrazo Carlos

Óscar G. Mera dijo...

No suelo ser muy dado a dejar comentarios en los blogs que suelo leer. Sólo lo hago cuando lo que leo me deja un buen sabor de boca, que suele ser muy a menudo cuando leo tu blog. Entrañable la historia de la abuela que a pesar de todo intenta superar los momentos duros.

Creo que fue Einstein el que vino a decir algo así como (o muy parecido) a que en la vida no había milagros porque la vida era en sí un milagro.

Amigo Carlos, es una fiesta para el alma leerte.

Un abrazo.

Firmado: otro que también es un peatón.

Anónimo dijo...

Shiki, mil gracias por la felicitación y me alegro de que coincidas con el fondo del articulillo. No sé si lo creerás, pero al entrar en tu blog el otro día pensé -era intuición- que, si leías esta entrada, te iba a gustar la reflexión.

Óscar, es una satisfacción tenerte por aquí y que te haya gustado la historia inicial que, por supuesto, es totalmente real y tiene nombre y apellidos. Esta mujer no es de mi familia, pero como si lo fuera, porque ella siempre me ha tratado como tal. Es otra de mis "sencillos héroes cotidianos", expresión que ya he utilizado aquí varias veces. Cada vez que la escucho, es como recibir una lección de vida.

Hmmmmmmm, Henarcita (no sé cómo poner un emoticón de cara sonrojada), ya me ha caido el primer chaparrón, el de "mi" querida psicóloga. Ahora me faltan los de "mis" psiquiatras -al menos una- y el de "mi" psicoanalista. Ya anticipaba -curándome en salud- que era una reflexión de mero observador, hecha desde la absoluta ignorancia, y además con el atrevimiento de formularla en voz alta. No me considero capacitado para discutir con vosotros sobre esto (ya me vengaré cuando salga un tema jurídico). Pero bueno, si mi post contribuye a abrir debate, así os podemos leer, porque diréis cosas más interesantes y atinadas que yo y podremos aprender de vosotros. Es lo que he hecho con tu comentario.
En todo caso, si da la impresión de que minimizo la importancia de determinadas enfermedades -propias de países desarrollados, pero enfermedades al fin-, no era en absoluto mi intención. La depresión, por ejemplo, es una enfermedad real, no tengo la menor duda. Lo que no me parece que sean enfermedades es las causas que a veces provocan estos efectos. Lo que pretendía criticar con mayor o menor acierto es la medicalización sistemática de todos los problemas vitales. Cuando no hay una enfermedad propiamente dicha, sino un problema de fondo que provoca unas consecuencias -que pueden ser o no médicas- el psiquiatra, todo lo más, va a actuar sobre esas consecuencias -si son médicas- ayudando a paliarlas. Y los profesionales, en general, podéis proporcionar recursos personales (o más bien ayudar a que el sujeto los descubra, los desarrolle y los utilice) para superar los problemas. Pero es importante que asumamos que los aspectos negativos de la vida -y no sólo los positivos- también son propios de la misma y naturales. Y aceptarlos es el primer paso para superarlos, sin atajos que no son reales y sin engañarnos a nosotros mismos.
Gracias por tu aportación. Un beso, ma petite fille.

H dijo...

Ça va le garçon!!! Estaba esperando tu respuesta después del doble chaparrón (on-line y on-carne y hueso ) que te ha caído encima! Ojo, ni pretendo criticar nada de lo que dices, ni dar lecciones de nada ni enseñar a vivir a nadie. Sólo reivindico que no se medica más la mente que el cuerpo, y que de lo que huye la sociedad es del dolor, sea físico o de alma-pensamiento. Limitarlo sólo a los problemas de alma hace parecer que los minimizas, y creo que son los más graves, porque no se pueden ni radiografiar, ni escayolar, ni operar. Se me ha olvidado contarte lo de la pirámide de Maslow!!!

A la vuelta.

Besos!

H

TortugaBoba dijo...

Madre del amor hermoso, es que te escribiría aquí mi vida y milagros, y tampoco es plan. Como habrás comprobado en mi blog, soy ansiosa desde hace tantos años que no soy consciente de cuándo empecé a vivir con desazón. Y más concretamente, la ansiedad comenzó a limitarme la vida, y entonces a ser un problema realmente, hace 2 años. Yo, con todo el respeto del mundo, me acuerdo con horror del primer psiquiatra que me trató tras UN episodio de pánico. Por dios santo. Lo que me ocurrió era para que me diese un ataque de pánico, desmayarme, morirme y resucitar. Pero hete aquí que los padres, con toda su buena voluntad, creen que te pasa algo, y te plantan un buen día delante de una puerta con la plaquita que reza "psiquiatra". Da igual que grites en el rellano que no estás loca (por aquel entonces no se llevaba la psicoterapia de ninguna de las maneras, y Woody Allen no estaba de moda): has gritado y temblado en un momento dado, y eso es signo de que algo va mal en ti. Ese señor, me tuvo 5 años, que se dice pronto, medicándome según si yo le decía que estaba mejor o peor, y para más inri,
a) tenía que hablarlo todo delante de mi madre (por ello no podía contar nada)
b) se negaba a concederme el beneplácito para que fuese a ver a un psicólogo, porque yo sabía que yo necesitaba hablar, no que me atontaran con pastillas
Cuando hallé una psicóloga de la escuela cognitivo conductual, ya era tarde. Las pastillas eran mis amigas. No podía soltarlas ni a tiros. Llevo años soportando la lacra de las malditas pastillitas que me dan sueño, me hacen coger peso o tener unas ganas tremendas de algo dulce a las 4h de la madrugada. He pasado por el psicoanálisis que maldita la hora en que fui a hacerme la guay porque pensaba que tenía algún trauma oculto. No.
Es que la sociedad nos ha hecho poco tolerantes a la frustración.
"Doctor, recétele algo a mi hijo, que le ha dejado la novia y está deprimido". Vamos a ver señora. Su hijo tiene que llorar, patalear, no verle sentido a su vida, decir barbaridades y adelgazar a gogó. Pero no le demos una pastillita, porque pasado mañana, le despedirán del trabajo, y ahí no hay pastilla que valga, no.
La vida es disfrutar, sufrir, reír, llorar, compartir, aislarse por momentos, y así un largo etc. Pero que no nos duerman, que a mí me dejó mi novio y lo pasé muy mal sí, pero luego me enamoré de otro. Porque la vida sigue.
Los que sufrimos este tipo de dolores, no sabemos ni describirlos. Yo no estoy de acuerdo con lo que me ocurre. Yo no sé explicarlo. ¿Cómo voy a "justificarme" por algo que los demás no entienden??? ¿Qué es la ansiedad?? ¡Y yo qué sé! Me sé la teoría, los síntomas y lo que se supone me ha llevado a estar así, pero siempre me miran de reojo como diciendo "eso es que no tienes que trabajar desde las 6h de la mañana; eso es que no te esfuerzas; eso es que lees demasiado". Viva la ignorancia. Ya me gustaría estar recogiendo patatas en el campo y no haber leído ni "El Principito". Porque este tipo de sufrimientos, yo sólo se lo deseo a los Bush, Jr. y Sr., a los dos, por petardos. Nadie más se merece semejante trance absurdo para uno mismo y para los demás.
He dicho...

Anónimo dijo...

Jajajajaja, a los Bush mejor dentro de un rato, en cuantito se vaya el peque de la presidencia, que si encima padece cualquier trastorno psiquiátrico mientras todavía rige los destinos del imperio al que pertenecemos, vaya usted a saber si no nos liaría otra como despedida.
Me ha encantado leer tu aportación, Tortugaboba... Ufff, esto ha sonado muy mal: que no es que me alegre de tu ansiedad ni nada... Se me ha entendido, ¿no? Que me ha gustado tu reflexión, además sustentada en la experiencia personal (a Henar, la chavala ;-) que comentó antes, seguro que le interesará leerte). Y, además, como siempre escribes tú en tu blog, Tortugaboba, con esas dosis de buen humor que tanto se agradece aun cuando tratemos cosas con un trasfondo muy serio. Es un lujo tenerte por aquí.

TortugaBoba dijo...

Amén Henar, amén.
Gracias Carlos ;-)

Anónimo dijo...

Bueno, pues yo, para no dejar de ser yo, te digo que me parece que la gente simplemente está muy sola.
Cuantos más psicólogos, psiquiatras, médicos, policías, abogados, y leches en vinagre tiene una sociedad, es que más jodida está.
Uno de mis hermanos es psicólogo, y ganándome de por vida el odio de todos los psicólogos del mundo, tengo que decir que no he visto a nadie con menos psicología que un psicólogo.
Estoy pensando como decirlo, pero lo único que se me ocurre es que "no se enteran de na" lo siento, soy así de clara-bruta, pero es lo que parecen.
Les cuentas alguna historia e inmeditamente lo cogen lo ponen en una "cajita" y te dicen "a ti lo que te pasa es que tienes el sindrome delavirgensantacuandosecayoalagua" y tu: "vale, si tu lo dices, yo antes creía que solo estaba enfadada, pero ahora veo que estoy realmente enferma, gracias "doctor".
Ironía? sí, mucha, pero no me jodas (con perdón).
Es que ya hay una "enfermedad" "síndrome" "complejo" o lo que sea para cada sensación humana, y ya vale...
La mayoría de la veces lo único que necesitamos es hablar, que nos escuchen sin juzgarnos, que nos apoyen, tener alguien al que decirle "no se que me pasa" y que te conteste "cuéntame".
Pero no, le dices a un amigo "que estás chungo" y te contesta "eso es que follas poco" o aquella de gomaespuma tan bonita de "pon de beber".
Y nos sentimos solos, raros, incomprendidos, y entonces vienen unos tios que se llaman psicólogos o psiquiatras, (que lo del "psi" no se quien se lo ha adjudicado) y nos dicen "no te preocupes, yo si me pagas escucho todo lo que tu quieras" "¿pero me va a ayudar?" "no, pero me pondré muy serio, usaré palabras que no vas a entender y cuando saques la cartera para pagarme pensaras "que profesional".
Bueno, me voy antes de que me apedreen, pero no me retracto ni un pelo, si la gente fuera capaz de mirar en su interior sin miedo, de hablar de sus sentimientos y emociones sin miedo a parecer "raro" no harían ni la más puñetera falta tanto "profesional" de lo humano.
Un besito, se feliz.

H dijo...

Los profesionales de lo humano siempre han existido, pero con otras etiquetas.

No voy a entrar en el debate, porque sí que estoy de acuerdo que hay mucho especialista de la mente que está como un cencerro. Pero también conozco médicos que se mueren por problemas de salud: en casa del herrero, cuchillo de palo. Hay corrientes, también. Cuando he trabajado de psicóloga (de niños) no he diagnosticado con etiquetas. Hay un problema que se soluciona enseñando a manejar unas herramientas. Y ya. Ni siquiera se les trata de pacientes, sino de clientes. Es posible que la mayor parte de los problemas de los guajes que tenía fueran causados por una sociedad enferma. También te doy la razón, Blanca. Pero entonces ¿qué les digo? "mira, querida, no vas a hablar nunca en público porque la culpa la tiene la sociedad en general y tus padres en particular, por no haberte dotado desde el principio de unas buenas herramientas de socialización". Creo que es mejor, ya que está en mis manos, enseñarle a hacerlo ¿no? O si alguien va con una fobia, entrenarle para superarla. En mi trabajo de psicóloga trabajaba con personas que lo pasan mal, y no tenía tiempo para diagnosticar a la sociedad como culpable de los problemas.

Insisto en lo mismo. Es un problema cuando alguien lo vive como problema. Blanca, las alergias respiratorias vienen de la polución, ¿los alérgicos no nos debemos vacunar porque a) cuestan dinero las vacunas, b) la culpa es de la humanidad, que contamina? Pues esto es igual. Yo hablo muchísimo con mis amigos y con mi familia, pero ninguno de ellos supo enseñarme como controlar mi ansiedad.

Tortugaboba, courage.

Carlosjota. Anda que...

Besos a todos,

Henar

Anónimo dijo...

Jo Carlos, vaya temita!Bajo mi humilde opinión pienso que ni las pastillas, ni los psicólogos ayudan a curar un problema de la mente, porque solo uno mismo puede hacerlo,estos problemas son tan complejos que nadie jamás los podrá entender, las pastillas y dependiendo de cual en lugar de ayudarte te destrozan, lo que está claro es que todo va en el carácter de las personas, es muy difícil que a una persona optimista, alegre,luchadora, fuerte, con mucha personalidad, caiga en una depresión, habrá casos no digo que no pero es raro. Yo he tenido que tomar ansiolíticos durante tres meses, muy a mi pesar, me lo recomendó mi médico de cabecera. Mi problema era que tenía una bola en el esófago, pensé que eran gases y me dijeron que era ansiedad, las empecé a tomar y desapareció esa extraña sensación. En varias ocasiones he tenido que ir al psicólogo, nunca para mí y he tenido que salir corriendo. Creo que estos profesionales pueden ayudar a las personas soliarias, que no tengan con quien hablar, o las introvertidas, con problemas serios o no, pero las personas extrovertidas que hablan hasta con las piedras, que cogen los problemas de frente no necesitan psicólogos sea cual sea el problema. Hoy en día, tienen ansiedad hasta los perros, y no por eso le damos una pirula, que les deje gilipollas. No por no dormir una noche ya hay que tomar pastillas o por estar un poco nervioso tomarse un lexatin. Hay que aguantar un poco, que ahora no aguantamos nada. Hay que mirar lo que nos rodea y preguntarse ¿cómo me puedo quejar yo con lo que hay a mi alredor? Así que Carlos estoy contigo.¡Qué respeto merecen las personas de esa generación! Mi madre con sus ochenta y tres años, es digna de admiración, no sabrá ni leer ni escribir, pero me ha enseñado que en esta vida hay que coger el toro por los cuernos y que una sonrisa y el buen humor ayudan más que una ración de pastillas.

Anónimo dijo...

Blanquita, tú siempre haciendo amigos... :-) Mira que eres radical diciendo las cosas.

Henar, que los honorarios no sean muy caros y, si puede ser, los pago en especie (unos cafés o algo, que el personal ya está pensando en lo mismo ;-)...). El consultorio on line lo abres en cualquier momento...

Sil, yo creo que por muy fuerte que sea uno no puede echarse sobre los hombros sus problemas y los de los demás indefinidamente. Todos necesitamos desahogarnos, o necesitamos verbalizar nuestros sentimientos y, a veces, necesitamos ayuda profesional que nos oriente a encontrar recursos en nosotros mismos para hacer frente a los problemas. Yo creo que ni un psicólogo ni un psiquiatra te solucionan tus problemas, pero te pueden ayuda en distintos planos.

Anónimo dijo...

En que planos? Lo siento Carlitos, no es echarse sobre los hombros los problemas, es que te caen encima y te joden, y no hay marcha atrás. Por eso digo que la ayuda profesional es justo para determinadas personas, yo con todos mis respetos no los quiero.

H dijo...

http://www.mipediatra.com/enlaces/conductuales.htm

Esos son un ejemplo. Si tu hijo no aprende a andar, hablar, a leer o es superdotado, o le pegan en el cole, o le violan, o es incapaz de hablar en público, o tiene un déficit de atención por hiperactividad, bulimia, anorexia, pega a sus compañeros o a vosotros, miente de forma compulsiva, es incapaz de hacer amigos, le da pánico (incapacitante) algo, tiene terrores nocturnos, un trastorno de ansiedad generalizada, cualquier patología genética que necesite de apoyo psicológico para avanzar... El apoyo de la familia es fundamental en estos casos, claro. Pero no es suficiente, necesitan algo más.

Eso en niños. En adultos hay mil cosas que no se solucionan hablando. La depresión en curación espontánea tiene una media de 3 años. Con psicólogos y psiquiatras en terapia combinada, uno. ¿Se supera sin ayuda? Sí, cada uno elige cuánto tiempo quiere sacrificar, eso es muy personal. Puedes coger fobia a volar, y eso no se arregla a lo Melendi. Puedes tener una disfunción sexual que no se arregla hablando con tu pareja. Puedes desarrollar neurosis, obsesiones compulsivas o mil cosas más.

Los problemas nos caen a todos y cada uno sale como puede, ahí ya depende de lo bien equipados que estemos para afrontar según que cosas. Pero la psicología (y la psiquiatría, que no hablo de ella porque no conozco su día a día tan bien como el de los psicólogos) es otra cosa. Luego ya está cada profesional y cómo afronte sus clientes, que ese es otro mundo. (y eso restringiéndonos al ámbito clínico, que es sólo uno de los perfiles de la carrera).

Se me sigue haciendo raro que a estas alturas de la película la gente siga cuestionándose la necesidad de psicólogos, pero se tomen ibuprofenos (la aspirina quedó en el pleistoceno) sin más para cualquier dolor físico (para eso no parece que haya que "aguantar lo que nos echen").

Y ya, con esto, me retiro de la contienda, que parezco un espacio patrocinado por el COP.

Bonnes vacances!!

H

TortugaBoba dijo...

Henar, soy fan tuya desde YA.
Bonnes vacances à toi aussi ;-)

Anónimo dijo...

Ya sabía yo desde el principio que os ibais a caer bien y por eso en la primera contestación a Tortugaboba dejé el guiñito para nuestra psicóloga on line...
Tortugaboba, no me extraña que te hagas fan de Henar. Bienvenida al club.
Henarcita, cuando tengas un rato si te apetece pásate por el blog de Tortugaboba. Hay cosas que te interesarán y hay cosas que te divertirán. Entre las afinidades, encontrarás un sentido del humor que puede resultarte familiar...
Por cierto, Tortugaboba, ¿tú cómo aterrizaste por aquí? ¿desde el foro de Lorenzo Silva?
Bonnes vacances... ¿à las deux? ¿a vous deux? (no sé cómo se dirá bien, fuera de mi francés macarrónico).

Anónimo dijo...

Pues bajo mi punto de vista hay problemas que somos capaces de solucionarlos solos, hay otros que los sacamos adelante con la ayuda de un ser querido que nos abre los ojos o sabe darnos el empujoncito que nos faltaba pero hay otros más que, al menos en mi caso, no supe superar solo ni con la ayuda de ningún amigo sino asistiendo a la consulta de mi psicólogo.

Como en todo no se puede generalizar; cada persona somos diferentes y afrontamos las cosas de maneras distintas. Tampoco se puede generalizar hablando de los psicólogos, ni de los taxistas, ni de los camareros ni del resto de profesiones; se puede ser profesional de tal cosa y además una buena persona o ser de la misma profesión y un perfecto hijo de puta.

En mis experiencias con los psicólogos, os contaré que la primera fue con una cerda que no me hizo ni caso y después de una hora contándole todas mis miserias me dijo que le recordase mi nombre para anotarme la siguiente sesión y que era tanto dinero. Agarré la puerta, me cagué en todos sus muertos y obviamente le pagó Rita Pavone (eso sí, ese día lloré y la actitud de esa "profesional" me hizo sentir más mierda a la salida de lo que me sentía cuando había llegado a esa magnífica consulta). Aún así volví a probar y encontré a un tipo, Ariel, que me ha ayudado en infinidad de ocasiones y al que le debo, además de la última sesión a la que fui sin pasta, muchas cosas. Me ha sido y me es cuando voy de gran ayuda; de verdad.

Y en este caso, como el tema parece serio, no recomendaré tomarse unas cañitas porque como al menos yo soy incapaz de tomarme dos o tres, esto hace que si estoy en positivo (casi siempre, la verdad) me sienten de maravilla pero como esté bajoneado me matan del todo´.

Abrazos.

Carlos J. Galán dijo...

Completamente de acuerdo, Finisterre, con tu reflexión... Salvo en lo de renunciar a tomar unas cañas: hay principios inamovibles. Si tú estásn en positivo, avisa, que a mí me vienen bien las cañas hasta cuando estoy de bajón.

Anónimo dijo...

Hola a todos, aunque mi mensaje va dirigido especialmente a Henar.

Por lo que dices eres psicóloga conductista, a los cuales les tengo mucho respeto, sé que esa corriente tiene un grado de efectividad bastante alto con las fobias y la ansiedad (neurosis) por ejemplo, pero te hago una pregunta ¿tienen el mismo resultado con pacientes Border line, o psicóticos/paranóicos?¿ tampoco consideras correcto medicar esas patologías?

Probablemente notes que me he sentido aludida con tu, para mí, poco afortunado comentario sobre tus colegas psicoterapeutas. En primer lugar me parece una falta de respeto compararlos con curas, es sacarle mérito a sus años de estudio,¿y me parece a mi o los estás llamando retrógrados? Y en segundo lugar creo que les estás sacando mérito. Si no estoy mal informada la terapia conductista es una terapia mas bien nueva, el psicoanálisis lleva muchos años trabajando en un terreno en el que nadie se animaba a entrar.

En mi opinión si bien creo que, como decía antes, la terapia conductista-conductual es muy positiva en algunos casos, utiliza tratamientos breves y probablemente por ello sea mas habitual. Todos vivimos a mil y queremos pensar lo menos posible en nuestros problemas, por eso se critica al psicoanálisis, por la larga duración de sus terapias.

Ahora, yo me pregunto una cosa: ¿cómo resuelven conflictos de larga evolución en tan poco tiempo?

En fin que hago psicoanálisis hace muchos años y sinceramente, salvo para tratar la ansiedad, no lo cambiaria por nada.

Un saludo.

H dijo...

Hola Lorena (Carlos, perdona este asalto a tu blog, no era mi pretensión capitalizarlo así). No he comparado a los psicoanalistas con curas: nos he comparado a los psicólogos con curas (que también se estudia mucho para ser cura). Si algún psi-algo (quiatra,cólogo,terapeuta) se molesta es que ha hecho muy poco de autoreflexión socio-histórica. Y no soy conductista, soy de escuela cognitivista que uso téncicas conductistas, como bien dices, para ansiedad, fobias y cosas así.

No trato de desmerecer a nadie y, si lees lo que digo, verás que hago mucho hincapié en lo de las terapias combinadas. Yo no puedo medicar, medican los psiquiatras. Y si la persona que tengo delante tiene un "algo" (lo que sea, que tampoco me gustan las etiquetas) que tiene base orgánica, lógicamente tendrá que controlarlo un médico, ergo un psiquiatra o un neurólogo. Si no tienen base orgánica, hay que intentar evitar los fármacos. Si es posible, pero tampoco es esa la cuestión. Y creo que también he dicho que los psicoterapeutas sirven para según que cosas. De hecho, he omitido a propósito, cuando he dicho los tiempos de recuperación de la depresión, decir los del psicoanálisis. Está claro que una fobia requiere un conductista, y a alguien que le vaya bien la psicoterapia, la psicoterapia. Ahora, permíteme que no me quede con el argumento de "es que es más antiguo que el conductismo", porque entonces estaríamos todavía con la frenología, que es anterior al psicoanálisis. Hay un porcentaje altísimo de universidades de psicología que ya no enseñan psicoanálisis. Y herramientas como el test de Rorschach ya casi no se usan (más que en ciertos juzgados de familia madrileños, para asombro de propios y extraños). Pero no seré yo quien me ponga en plan detractor de nada. No es ese el debate. Y yo no "curo" neurosis. Se "curan" los pacientes. Yo sólo pongo unas herramientas delante y enseño a usarlas. Digamos que es una gimnasia de "alma", sin más.

Pero de verdad que no me paga el colegio oficial de psicólogos por estas arengas... Estoy con Finisterre, si te va bien, lo usas, si no, nadie te obliga.

Y Carlos, reitero las disculpas por iniciar este acalorado debate.

Ahora sí que sí, bonnes vacances (à vous deux, se diría). Y gracias, tortugaboba, nos intercambiaremos blogs a la vuelta del verano.

Besos

TortugaBoba dijo...

Ay, que me lié y sólo se lo envié a Henar. Copio y pego:

Se podría decir también "bonnes vacances aux deux" Carlos. Tú pregunta todo lo que quieras, que todo puede ser que yo no tenga ni idea y tan amigos ;-)
Henar, lo de la gimnasia del alma me ha encantado.
Y Finisterre, yo tuve una mala experiencia con una psicoanalista... y pagué. Vaya que si pagué. La jodía se quedó a gusto diciéndome tropecientas barbaridades cuando le dije que dejaba su consulta porque no avanzaba, pero yo (muy digna que es una), le dije: "emmm, el dinero te lo dejo en la mesa. Adiós." Yo intento consolarme pensando que el tinte del pelo le había llegado a las meninges. Consuelo de tontos, pero consuelo. Lloré mucho por todo lo que me dijo (información privilegiada), por el daño que me infligió, pero oye, hay mala gente y malos profesionales, buena gente y buenos profesionales. De todo un poco. Con paciencia y buenos alimentos, todo pasa.

Anónimo dijo...

Lorena, bienvenida y gracias por tu aportación al debate. Yo no tengo ni idea, así que...

Es verdad, Tortugaboba, aux, aux, ya se me olvidan hasta las cosas más elementales, los artículos, las contracciones... qué desastre. No tengo más remedio que irme a algún país francófono de vacaciones para recordar y practicar (buena excusa).

Henar, yo encantado de que se genere debate y diálogo con el post. Lo peor es la indiferencia, que escriba algo y a nadie le interese, pero que se genere polémica está bien, mientras no sea demasiado agria... Y la pena es que no hayan entrado los psiquiatras al trapo... Soy yo el que siente que te veas envuelta en el debate -en la medida en que también yo te he pinchado y señalado-, que ahora seguro que ni tendrás tiempo para discutir, ultimando asuntos contrarreloj antes de vacaciones. Muchos besos.

Anónimo dijo...

Psicólogos, psiquiatras… Como cualquier profesional de la medicina, unos ayudan y otros destruyen. Pero yendo un poco al hilo de lo que comenta Carlos en su post, sí me parece que las generaciones anteriores tenían más resistencia y entereza ante la adversidad o ante determinadas dificultades que las actuales (que las actuales en nuestro mundo occidental y en nuestro país en particular, quiero decir). Y precisamente la proliferación de profesionales de la psique viene a subrayarlo. Habrá quien diga que antes no se acudía a las consultas de psiquiatras y psicólogos por prejuicios o desconocimiento –parcialmente es verdad– pero también es cierto que muchas personas se atrevían a encarar sus problemas con mayor entereza. Ahora estamos rodeados de estresados, de traumados, de inseguros, de deprimidos; de todos ellos, creo que en realidad sólo un 30% lo están (y vaya mi respeto y apoyo para ellos); para el resto, es más sencillo no admitir su falta de esfuerzo personal. Es como seguir siendo niño permanentemente: le pregunto al médico si puedo o no, si debo o no, qué será lo mejor para mí, qué decisión tomaré; pago y estoy a salvo de responsabilidad. Y los chicos. Ahora todos los niños y adolescentes tienen problemas. Por Dios, en mis tiempos –y no soy del pleistoceno, que tengo 37– teníamos los problemas normales de identidad, estupidez e inadaptación, pero ahora hay un alarmante sector de quinceañeros que son extremadamente violentos y asesinos en potencia; eso sí, muchos de ellos con consultas mensuales pagadas por papá. Quisiera ver a todos estos en la calle ganándose los cuartos; no pasaban del primer asalto, la selección natural los devoraría sin compasión. El auge y fomento de la irresponsabilidad y la inmadurez –en jóvenes y adultos– es una de las grandes lacras que han conseguido implantarse en España en los últimos 25 años, por perversiones sociales e intelectuales en las que no entro porque no es momento. Pero de esos polvos vienen estos lodos. Por eso tanto psiquiatra y psicólogo. Por eso tanto esfuerzo inútil. Mientras sigamos por esta senda, ni un millón de psiquiatras por persona nos hará más felices ni más fuertes ni más resueltos.

Anónimo dijo...

Sí, en el debate psicólogos-psiquiatras y todo esto, quizá se ha perdido un poco esa idea de la que yo partía, como recuerda Ana. Y es que parece que hay generaciones con menos recursos personales a la hora de afrontar las dificultades de la vida. Es más, que consideran que las dificultades son algo anómalo y que no son parte natural de nuestra existencia, por lo que, en vez de intentar superarlas, buscan atajos fáciles que no siempre existen.

Anónimo dijo...

yo de esto no entiendo pero me gustaria que me tratara la analista Lorena y la cognitivista Henar, seguro que las dos me ayudaban mucho pese a lo grave de mi caso en el que no sirven las pastillas y si las personas. Quiza incluso lo mas terapeutico es que fueran las dos juntas si ellas lo consideran oportuno para con herramientas o insight aceptarme a mi mismo y a los demas

Anónimo dijo...

Onan, me temo que lo tuyo, en general, no va a tener solución.
En todo caso, nos damos satisfechos con que no salpiques.
Normalmente en este sitio procuramos utilizar el sentido del humor pero también el sentido del respeto.

Anónimo dijo...

Ufff. Sé que llego muy tarde, pero aún así, me animo.
Querida Henar. Hay algunas preguantas que me gustaría plantearte:
1.- ¿Hablaba Carlos de psicoanálisis?
Creo que no. Me pregunto la razón por la que los conductistas y cognitivistas (fundamentalmente) no desaprovechais ocasión para intentar denostar al psicoanálisis cada vez que el Pisuerga pasa por Valladolid o incluso por Cuenca.
2.- El psicoanálisis es una práctica costosa y larga y, según muchos de vosotros, sin eficacia. ¿Debo entender que las miles de personas que, tantos años después, siguen confiando en su poder de cambio son unos ilusos? (por decirlo de forma elegante)
3.- Cuando alguien con formación psicoanalítica tiene problemas psíquicos acude a un psicoanalista. ¿A quien acude un psicólogo cognitivista o conductista cuando está en las mismas? En su defecto ¿Debo pensar que dicha formación protege contra la enfermedad mental?
Jeje. No hace falta que me contestes.

Por otra parte, completamente deacuerdo con Lorena. Las terapias no psicoanalíticas, como las pastillas, consiguen un tratamiento tan superficial que rara vez sirve para algo que no sea eso: un sufrimiento superficial. A los verdaderos enfermos mentales puede resultarles útil, y en muchos casos imprescindible dicha práctica, pero rara vez resulta suficiente.

Carlos, suscribo tus líneas rotundamente. Buena parte de los síndromes que estamos obligados a valorar los psiquiatras, psicólogos y otros enfermos, distan mucho de ser enfermedades mentales. Además, planteando que lo son, mucha gente se queda impasible a la espera de que "guardar castañas en el bolsillo resuelva su problema con las almorranas". Mientras tanto, para sobrevivir en esta mundo loco, es mas rentable plantar un castaño que pararse a pensar en el problema (si te lo permiten los dueños del castañar).

Felices vacaciones a todos.

Burgui

Anónimo dijo...

Pues sí, cuñao, ya parecía que estaba un poco cerrado el debate, tienes que pasarte por aquí de vez en cuando, que ya ves que te saco temas "ad hoc" (que dirían Faemino y Cansado) como la medicalización de los problemas o el baile.
Vaya piques que tenéis los psi-algo entre vosotros. No os preocupéis, que tenéis "loquitos" para todos: somos un puñao.

Yo no hablaba de psicoanálisis porque, además de no tener ni repajolera idea, mi intención no era plantear una polémica psicólogos-psiquiatras o conductistas-psicoanalistas o cosas así. Yo planteaba cuestiones menos doctrinales y menos técnicas, más de andar por casa: ¿desarrollamos recursos personales para afrontar las dificultades de la vida? ¿tenemos noción de que las dificultades son algo propio de la vida y no siempre y necesariamente una enfermedad? ¿se abusa de los fármacos?, etc.

A Henar la tenemos ahora de vacaciones, disfrutando de Berlín. Y está "en la gloria" como ella misma dice. Cuando yo estaba en Costa Rica, por citar el último viaje, si alguien me hubiera planteado en ese momento el debate entre Derecho Penal Retributivo y Derecho Penal Preventivo, pongo por caso, me habría traido al pairo. Así que me pongo en situación y me da en la nariz que esto del psicoanálisis la va a pillar ahora un pelín distante mentalmente. Dejaremos que Henarcita descanse y que desconecte de trabajo, de los malos rollos que inevitablemente nos asaltan a todos a lo largo del año... y también de los debates del blog. Que lo pase bien y ya nos contará a la vuelta.

Ya vamos faltando menos. Ferenzci no ha entrado al trapo, mi hermana tampoco...
Hombre, faltaría Mario para darle ambiente al tema con su ya célebre teoría (si no la conoces, que te la desarrolle un día con unas cañas) de que esto de los psicoanalistas ("unos tíos que se están callaos mientras tú hablas") es un chollo piramidal ("ellos te escuchan a ti y te cobran, como paso previo para que tú puedas hacérselo a otros").

Anónimo dijo...

Ok. Trataré de ser más disciplinado en el futuro y visitar estos lares con mayor frecuencia.
Como ves, sobre tus mundanas cuestiones también me pronuncio, pero ahí no me surge el debate. Sobre las profundas, como estudiante de psicología que soy (y en descarga de Henar) diré que la formación en la Universidad pública está abiertamente politizada y arremete sin el menor pudor contra el psicoanálisis cada vez que le viene en gana.
Así, con tanta desinformación, es muy poco probable que los psicólogos salgan con una idea medianamente ajustada de como son las cosas en realidad. Nos adoctrinan desde pequeñitos con un planteamiento de buenos y malos que, añadido a las inseguridades que genera la profesión en sí misma, hace casi inevitable esta polarización sin sentido.
Este es un trapo al que, por el momento, no me canso de entrar, no solo porque me agrede como psicoanalizando y como terapeuta, que también. Sobre todo responondo porque, al igual que la medicalización indiscriminada de la cotidianidad, estas agresiones bloquean una salida que, para muchas personas, puede ser la única airosa.
Espero, de todas formas, poder seguir debatiendo dentro y fuera de este foro con Henar y con quien se anime.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Siempre eres bienvenido y mola que entres por aquí, mucho, poco, pronto o tarde, cuando te apetezca.
Y el debate también es bienvenido, siempre que siga siendo amistoso. Y contigo y con Henarcita es harto difícil llegar a un tono agrio, me parece a mí.
Los comentarios y el diálogo son parte importante de los blog.
Y supongo que no es casualidad que este post sea uno de los que más comentarios han suscitado.
Un abrazo.