Labastida y la Rioja Alavesa


En marzo, Isa y Txati nos invitaron a visitar el pueblo de la segunda, Labastida, un municipio de la Rioja Alavesa. Hacía algunos años que no iba por Euskadi. Y Álava era, hasta ese momento, la única de las tres provincias de esa Comunidad autónoma en la que no había estado nunca. Fue un viaje en grupo interesante y divertido: buena compañía, planes atractivos… y, claro está, buenos vinos todo el tiempo.

El actual territorio de Labastida (Bastida en su denominación en euskera) estaba ya poblado, al parecer, en época prerromana, pero su fundación como villa data de la Edad Media, dentro del entonces Reino de Navarra, al que perteneció hasta que en el siglo XIII se integró en el Reino de Castilla. El fuero histórico de esta población se otorgó en 1242 por el rey santo, Fernando III. La villa, que durante largos años fue de realengo y dependió, por tanto, directamente de la corona, pasó, sin embargo, a ser de señorío, al ser donada por Enrique II a un noble.

Cuentan que su época dorada fue en el siglo XVII, cuando experimenta el mayor desarrollo económico y se procede a la construcción de casi todo su conjunto monumental urbano. Labastida sufriría las consecuencias de todas las guerras de los siglos XIX y XX: la guerra contra los franceses, las sucesivas guerras carlistas y la guerra civil. Hoy, los motores de la villa parecen ser, sobre todo, el sector vitivinícola y el turismo.

El casco urbano ofrece un conjunto muy vistoso. En la zona de la calle Mayor se aprecia un buen número de casas señoriales, algunas con blasones en sus fachadas. En la plaza está la casa consistorial, un palacete barroco del siglo XVIII. Hay dos llamativos arcos de acceso a la zona medieval, que originariamente debió de estar amurallada: el de Toloño y el de Larrazuria.


En lo alto del pueblo se alza la ermita del Santo Cristo, románica del siglo XII, aunque tiene una parte gótica posterior, y que constituye una privilegiada atalaya sobre la zona.


Más abajo está el otro templo importante de la localidad, la iglesia barroca de Nuestra Señora de la Asunción (s. XVII).


En el municipio se conservan también algunos lagares antiguos.


Pero la verdad es que, en el poco tiempo que tuvimos –un fin de semana-, más que al turismo monumental nos dimos a la gastronomía y a una pequeña ruta del vino por la zona, tanto en la propia localidad como en otros municipios de la Rioja Alavesa.

Dentro de esa limitación de tiempo, visitamos ejemplos de bodegas de distintos estilos y dimensiones. Comenzamos por una industria familiar ubicada en el casco urbano de Labastida, las Bodegas González Teso. Desde que se hizo cargo de esta empresa Jesús, enólogo –que representa ya la cuarta generación familiar en la dirección de la bodega- inició un proceso de modernización, apostando por vinos diferentes y de calidad.


Allí nos explicó amablemente el proceso de elaboración y nos ofreció degustar distintas variedades. Y no es verdad lo que decían las malas lenguas entre mis amigos de que yo estaba más pendiente de unas jugadoras de voleibol brasileñas que estaban haciendo la visita a la vez: sí presté atención a las explicaciones del enólogo... Las principales marcas con las que comercializa su producción esta bodega son Gontés y Olmo.


En los alrededores del municipio está la Granja Nuestra Sra. De Remelluri, una visita que yo creo obligada. Mi hermana ya la conocía y la presenta directamente como si fuera suya (“mi bodega”). Es una heredad que pertenecía al Monasterio de Toloño (s. XIV aproximadamente) y que desde 1968 pasó a titularidad del guipuzoano Jaime Rodríguez Salís.


Este propietario se ocupó de reconstruir lo que en su día fue propiedad de los monjes jerónimos, edificando la actual bodega a partir de las ruinas de los antiguos edificios monásticos, y renovando el viñedo con tempranillo y viera de la zona, en unas cien hectáreas de cultivo.

Dentro de la finca encontramos una necrópolis medieval, con tumbas excavadas en piedra, así como la ermita de Nuestra Señora de Remelluri.

Además de la detallada visita guiada a las instalaciones, con audiovisual incluido, se puede comer en su propio restaurante. Y es lo que hicimos, comer estupendamente allí.

Además, nos ofrecieron durante la comida un excelente vino blanco de limitada producción, porque lo que comercializa Remelluri son, fundamentalmente, tintos, de reserva y gran reserva, alcanzando más de medio millón de botellas al año.


Un municipio cercano que también visitamos es Laguardia (Biasteri en la denominación vascuence), ciudad fortificada en tiempos del rey navarro Sancho VII y cuyo fuero había sido otorgado en 1164 por Sancho VI. Tras numerosos cambios de estatus como resultado de las contiendas en la zona, finalmente en 1464 Laguardia pasa a integrarse en el Reino de Castilla.


Las guerras de los siglos XIX y XX volverán a convertir el recinto fortificado de Laguardia en escenario de confrontaciones bélicas. Entre los laguardenses ilustres destaca el célebre fabulista Félix María de Samaniego, cuyo busto se sitúa en el centro de un templete.


En el término municipal de Laguardia se alzan las bodegas Ysios de Domeq, diseñadas por el arquitecto Santiago Calatrava. A los pies de la sierra de Cantabria, sorprende este singular edificio cuya forma se inspira en una hilera de barricas.

Pero no es la única bodega con edificio vanguardista en la zona. En la localidad de Elciego (Cieko en la versión en euskera) el arquitecto Frank O. Gehry, el autor del Guggemheim de Bilbao, diseñó para Marqués de Riscal el emblemático hotel que se integra en su complejo bodeguero.


La Ciudad del Vino de esta firma, con una superficie que se acerca a los 100.000 m2, integra también un centro de reuniones y un restaurante, en un espacio que auna desde el edificio de la vieja bodega histórica del siglo XIX hasta esta obra de Gehry del siglo XXI.


No sólo hay que agradecer este estupendo viaje a nuestras anfitrionas, Isa, Txati y su hermana Ana. También hay que citar que el centro de operaciones, durante todo el tiempo que permanecimos en Labastida, fue la vinoteca de Lucía y M. Carmen. Nos concertaron las visitas a las bodegas, nos abrieron las puertas de los sitios que visitamos, obtuvieron para nosotros un trato amabilísimo y nos acompañaron a todo lo que pudieron.

Y por si fuera poco, nos tuvieron allí aguantándonos como penitentes todos los días en su tienda, porque nos dejábamos caer con las excusas más peregrinas e incluso ya sin excusa alguna. Era el punto de encuentro. Y ya que estábamos por allí -a encontrarnos con el resto, a buscarlas para tomar algo, a cerrar la tienda…- pues de paso nos entregábamos a unas animadas degustaciones de vinos bajo el asesoramiento de Luci. Ratos inolvidables.

Así que, si viajan por la zona y quieren traerse buen vino con una adecuada relación calidad/precio, ni lo duden, les recomiendo que pasen por la Vinoteca Landa y se dejen orientar por estas chicas. Encontrarán trato agradable, asesoramiento experto y el mejor establecimiento de la zona en selección de vinos y delicatessen varias.


Por la noche, para completar las jornadas gastronómicas, nos dimos también en la villa al copeo nocturno y a la conversación en el pub Jai Alai.

El último día comimos muy bien en un local histórico de esta localidad alavesa, el asador Jatorrena.


Y dos cosas para terminar. Una -porque tengo que cumplir mi palabra y que se vea el glamour de algunas personas en Labastida- es publicar en el blog la foto de estas zapatillas brillantes:


Y otra, que Labastida nos despidió con este atardecer:


(Fotografías del autor)

3 comentarios:

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